lunes, 24 de julio de 2017

PABLO FIDALGO LAREO. ESTO TEMÍA, ESTO DESEABA

Esto temía, esto deseaba
Pablo Fidalgo Lareo
Pre-Textos, Poesía
Valencia, 2017
 
PRECISIONES

 
   Nacido en Vigo en 1984, Pablo Fidalgo Lareo  inicia recorrido poético en 2010 con el poemario La educación física, carta de presentación que tuvo una excelente acogida crítica. La entrega tiene pronto continuidad en los poemarios Mis padres, Romeo y Julieta, La retirada y Tres poemas dramáticos. Esta labor creadora  muestra desarrollos complementarios como la escritura de textos dramáticos, la coordinación de eventos teatrales o el trabajo en escena. Actualmente, por motivos laborales, el autor vive en Lisboa.
   El escritor retorna a la poesía con Esto temía, esto deseaba, una compilación de poemas donde la memoria desempeña un papel vertebrador y hace suyo aquel pensamiento de W. Faulkner: “Porque el que puede actuar, actúa. Y el que no puede y sufre profundamente por no poder actuar, ése escribe”. De esta forma el poema se convierte en el mejor contacto con la irrealidad, ese espacio habitual de la incertidumbre.
  Con una organización muy definida, esbozada en tres tramos y un epílogo, Esto temía, esto deseaba se abre con un largo soliloquio en el que la voz recupera, desde la soledad y el extrañamiento, algunas circunstancias biográficas que marcan una forma de entender el discurrir. Solo un poema, “Un año sin volver a casa” contiene el apartado inicial. El sujeto poético recrea su paso transitorio por sitios que despiertan el recuerdo del lugar propio. Estar fuera es acordarse de la disposición de la costumbre y de la calidez de aquellos espacios que forjaban con el yo una relación de pertenencia. Desde ese sondear introspectivo nacen las interrogaciones que ayudan a entender las razones del ahora.
  Esa ruptura con los muros del cobijo deja en las palabras una sensación de desgarro que está presente en los textos de la segunda sección “Mezzogiorno". Lo que fue permanece como restos de una arqueología personal que muestran las razones del vencido. Hay que recomenzar para encontrar la luz del mediodía. Vivir en otro sitio es moldear hábitos y especulaciones, hacer de otra cartografía un río navegable y un patrimonio concreto. El protagonista recrea el hábitat elegido en el barrio de Santos de Lisboa; su historia y sus circunstancias invitan al asentamiento en esta nueva orilla: el barrio es un equipo de fútbol y los gestos colectivos de aquella Revolución de los claveles del 25 de abri. Es también la costumbre de reiterar gestos que recuerdan al yo su extrañeza y su vivir al margen, como si fuese  un nómada que necesita hacer  de cada paso una raíz. Pero no es fácil borrar la condición de extranjero, hacer que la ciudad difumine distancias y que las calles reconozcan los propios pasos. Perdura la sensación de que la identidad se ha forjado a golpes como un boxeador tocado que se mueve contra las cuerdas. Encajar es revisar la propia biografía; explorar en ella oquedades y cicatrices, borrar tristezas pequeñas para que no lleguen a ser tristezas absolutas.
  Las palabras dan voz a un personaje que entra en escena para construir un papel a trasmano de lo previsible; la historia personal pertenece al pasado, se desgajó como una rama seca que mudó afectos, alargó lejanías y dejó en las manos una separación dolorosa. Los poemas devienen casi anotaciones de un diario interior que habla de soledad y desencuentro.
  La voz de Pablo Fidalgo Lareo suena con la sinceridad de quien escribe una confesión íntima. Moldea palabras que necesitan precisar aquellas vivencias marcadas por un estar trasterrado en el que se improvisa el oficio de vivir, esa melancolía donde la piel es intemperie.
 
 

      


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