Itinerarios de papel Fotografía Archivo general Feria del Libro, 2018 |
DISPERSAR NUBES
(Anecdotario II)
Como humanos, tropezamos más de una vez
en la misma piedra; pero siempre
hay alguien
cambiándola de sitio.
Miguel Cobo Rosa
(Tautogramas; Libros al Albur)
Tras el propósito fallido del sábado, vuelvo con la calma matinal de
quien espera un dispersar de nubes. Ayer la lluvia cayó por duplicado. La tormenta tenía el
desborde pretencioso de quien busca señales de vida en el fastidio y la
inquietud.
Cae la moneda de la alegría y sale cara: encuentro con Luis Mateo Díez.
Acude a firmar El hijo de las cosas (Galaxia
Gutenberg, 2018). Es pronto aún y nos da tiempo a pasear bajo los árboles. Es
muy afectivo; se detiene a cada paso, como si escuchase mejor el despertar de la memoria. Todavía recuerda
los encuentros en Rivas, las tertulias comunes en la Plaza Mayor, o
esa larga entrevista sobre su obra que publicamos en la revista Prima Littera. Me sigue agradeciendo la
calle que tiene en Rivas, en el barrio de los escritores. Me emociono mucho,
habla de un paréntesis existencial que ya pertenece al pasado. Prometo
recogerle en Madrid y dar un paseo por ella, con el sosiego de sentir el
homenaje de aquella etapa. Ya en la caseta, me firma la novela. Su registro ficcional parece
inagotable.
Antes de pasar por La Isla de Siltolá, acudo a Valparaíso Ediciones,
pero no está Javier Bozalongo, y solo concreto la firma del jueves. Después me
tomo un respiro y ejerzo de transeúnte curioso. Por allí, Alex de la Iglesia,
con su textura habitual, como si tuviese que seguir rodando El día de la bestia. Me cruzo también
con Ángel Gabilondo; lleva prisa y no puedo entregarle un libro; pocos saben
que el político y profesor es un aforista y que formará parte de una antología
de autores vascos que saldrá en los próximos meses.
El mostrador de Renacimiento está repleto de novedades. Y paso a saludar
a Christina Linares. Es entrañable. Como la afluencia del momento es pequeña,
podemos hablar de esos géneros que sobreviven de espaldas al mercado como la
poesía o el aforismo. Pero no hay pesimismo en sus palabras, sino afán de
seguir fortaleciendo un catálogo poblado que muestra los muchos registros de la
literatura contemporánea.
Desde el interior de la caseta la feria se ve como un incesante
deambular por una geografía fragmentaria. Se está cómodo entre libros y esa
silla de tijera provisional, que amenaza plegarse en cualquier momento… El reloj
camina con armonía: un poeta joven, Aitor Francos, que acaba de enviarme sus
novedades y que siempre está lleno de afecto desde que hicimos aquella
antología, Re-generación, que poblaba
con veintitrés nombres propios la poesía contemporánea…Casi todos siguen
publicando con fuerza, aunque también hubo errores, esperanzas que apenas se
han concretado.
Un amable paseante quiere algo de Góngora. No está. Otra afirma que es
de Sevilla, que sabe dónde está la librería de Javier Sánchez Menéndez, que
también es escritor; corrige mi callejero evocador de la ciudad andaluza y
acaba sugiriendo que los libros carecen de ilustraciones. Son de
poesía, aventuro. Sí, pero ahí está Mafalda y lo bien que quedan las viñetas…Si
no, quién va a leer tanta letra. Eso sí, replico, rendido de inmediato a su
lucidez brumosa. Si se cansan pueden leer aforismos…Que son cortos, Yo no sé,
me dice, creo que son cuentos largos o así… Asiento, sí, la verdad en los
aforismos hay mucho cuento…Se va tranquila. Nosotros nos quedamos también
tranquilos.
Y llega Rosa Huertas y con ella
la alegría de la evocación, el trabajo de estos años, el aula, la amistad…Vértices que demuestran que el todo siempre es mayor que la suma de las partes.
Gracias Rosa. Muy feliz con tu presencia.
Un matrimonio quiere saber si
para ser poeta hay que estar jubilado. Ella cree que es bueno hacer algo,
aunque sean tonterías para los amigos. Él dice que solo aspira a pasar el día
sin hacer nada. Los dos visten el pintoresco tejido reversible de la majadería.
Por alguna grieta invisible se ha exiliado el cerebro. se van con el bufido de quien no acaba de estar cómodo entre tanto papel. Entiendo su cabreo: no hacer nada cansa muchísimo.
Al salir coincido en el pasillo de autores con David de
María. Nada sé de su música. En casa, mis hijas me sacan de dudas; su música ligera gusta e invita al meneíto bailón y tiene un recorrido de exitosos temas. Qué torpe soy; a ver si enciendo la pletina y lo escucho… Que no todo va a ser el Canon de Pachelbel.
Gracias, José Luis, por incorporar a tu excelente blog una mención al libro de aforismos de Miguel Cobo Rosa Tautogramas. Un abrazo.
ResponderEliminarUn verdadero placer; soy de los que sospechan que a nuestro tiempo le vienen grandes los sistemas filosóficos cerrados, pero busca en los diario las rendijas de luz del sentido común, los hilos sólidos de la inteligencia. Un fuerte abrazo.
EliminarGracias, José Luis, por tu cita que da pie a tu lúcida, ágil y divertida reseña. He seguido tus pasos en tu paseo por la Feria del Libro de Madrid y me he detenido ante las casetas ojeando -ya que aún no hojeando- las magníficas publicaciones que recomiendas. Ha sido un placer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias querido Miguel, el placer es mutuo; la feria del libro de Madrid deja sitio al cronista, a ese observador que mira la textura de lo cotidiano para descubrir los hilos del asombro. A ver si coincidimos por aquí alguna vez y compartimos vida y literatura que son pasos del mismo pie. Feliz jornada.
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