Tiempo de memoria Chelo de la Torre Prólogo de Enrique Gracia Trinidad Epílogo de Arancha Martín Martín Editorial Nuevos Ekkos Colección La Palabra Inquieta Madrid, 2022 |
SENTIR LA VIDA
Me acerco por segunda vez, tras la carta de amanecida que supuso el poemario Ángulos, al pulso poético de Chelo de la Torre
(Estación Linares-Baeza, Jaén, 1950) Licenciada en Matemáticas, docente
jubilada e impulsora con Asunción
Caballero de la revista digital Aschel. Aunque
su vocación por la palabra despierta casi en su etapa juvenil, no será hasta 2017
cuando ve la luz el ya citado poemario Ángulos, impulsado por la editorial Nazari, en
formato bilingüe, gracias al quehacer del poeta y traductor literario Samir
Moudi que versionó la voz lírica de Chelo de la Torre al árabe. No es el único
espacio de confluencia de lenguas; otros poemas de la escritora se han
incorporado al rumano, con traducción de Elisabeta Botan, y a geografías verbales como el
inglés, alemán y portugués.
El poeta e impulsor de talleres literarios Enrique Gracia Trinidad firma la entrada a Tiempo de memoria con un pausado prólogo “Para quedarse aquí” que recuerda, con un punto de distanciamiento e ironía, algunas contingencias de la poeta; en suma, la búsqueda incesante del sentido existencial que dé cuerpo e impulso al discurrir, el carácter catártico y depurativo de la razón poética y el magisterio plural de voces como Jesús Urceloy y Ángel González, por citar solo algunos referentes próximos. Poesía, por tanto, que propone un viaje intimista en lo temporal y cuyo afán introspectivo no pasa por alto la ecuación de lo colectivo.
Chelo de la Torre emprende viaje, explorando un trayecto creador que integra cuatro tramos. El primero “Este silencio gris” concede al quehacer metaliterario un espacio básico para el desarrollo argumental. Desde esa actitud de reconstrucción y búsqueda del sentido de la escritura, ese empeño tenaz de que la poesía emprenda vuelo y germine en ella el peso leve de la mirada: “Las palabras resbalan de mis dedos / y los libros se cierran a mi paso, / no quieren dar ideas que no sirvan. / El mar habla de muertes, de pateras. / La sinrazón destruye casas, pueblos. / Se me acabó la tinta china, el folio / que enuncie un nuevo teorema”.
La sección “Polvo de tiza” tiene un nítido carácter de evocación y recuerdo; aquel tiempo de encerado y polvo de tiza entre las manos, une el sesgo biográfico de la escritora con el personaje poético. De este modo, van aflorando secuencias del quehacer laboral: el aula, la leve estela blanca de la cal, la complicidad de la profesora con la intimidad del alumno que ha presenciado en su casa los malos tratos del padre o las complejas situaciones relacionales que un aula de treinta experiencias vitales cobija en sus pupitres.
El poemario no cierra los ojos a un tiempo presente definido por parámetros contradictorios. El apartado “Cada vez que te pienso” se abre con una cita que concede a este abanico de poemas un carácter solidario y explícito. Dejo aquí los versos de Gabriel Celaya como un pórtico que enlaza con los espacios colectivos: “Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando”. Caminan por cercanas aceras el papel callado de la madre que se sacrifica en casa para que los demás tengan un destino más claro, el perfil invisible de tantas mujeres sumidas en estereotipos que nunca lograron definirse en condiciones de igualdad y respeto. Sobrecoge el poema “La niña de la pala” sobre la explotación infantil o la composición “Bombardeo” que recuerda la masacre de una escuela de Siria en 2016 en la que murieron veintidós niños. El sentido crítico contra una sociedad violenta e injusta que multiplica aristas de desigualdad y pobreza también está presente en “Mujer Palestina”, “El hombre que duerme en el parque” o “los dóciles”, un alegato contra el cinismo y la indiferencia.
Si vivir es sentir el inventario de pérdidas, erosiones y olvidos, la memoria juega un papel esencial en la reconstrucción de sensaciones. El apartado final “Tiempo de memoria” configura un regreso al pasado que anula rincones de lejanía. Como recuerda Joan Margarit, el afán comunicativo de la evocación se va convirtiendo en un único recuerdo de límites imprecisos en el que se visualizan los itinerarios recorridos en un magma informe. El recuerdo despliega historias de familia en la posguerra, ese tiempo sombrío de la carencia, y otros instantes vitales que convierten en niña a quien evoca, o dejan en su mirada la intacta inmensidad del mar. Son fotogramas que, poco a poco, van perdiendo su color, como refleja con hermosa andadura el poema “Me busco”: “Hace días, semanas que me busco, / con ese pensamiento que me oprime / sin recordar la lista de tareas. / Sin saber dónde hallarme”.
La invitación al pensamiento suma en el epílogo, firmado por Arancha Martín Martín, el cromatismo de la memoria. Con ritmo pausado, el verbo reflexivo de la poeta se adentra en una cristalización verbal que amalgama su “personal visión del mundo”. Tiempo y memoria rastrea la disolución de la identidad en los miradores de lo cotidiano. Chelo de la Torre hace de las palabras un asidero fuerte para encender la luz de la evocación; y lo hace con la cadencia de una poesía precisa, carente de exabruptos retóricos, que guarda en los recodos del tiempo existencial la mirada indagatoria del poema, ese juego de luces que amplifica la fotografía del camino.
El poeta e impulsor de talleres literarios Enrique Gracia Trinidad firma la entrada a Tiempo de memoria con un pausado prólogo “Para quedarse aquí” que recuerda, con un punto de distanciamiento e ironía, algunas contingencias de la poeta; en suma, la búsqueda incesante del sentido existencial que dé cuerpo e impulso al discurrir, el carácter catártico y depurativo de la razón poética y el magisterio plural de voces como Jesús Urceloy y Ángel González, por citar solo algunos referentes próximos. Poesía, por tanto, que propone un viaje intimista en lo temporal y cuyo afán introspectivo no pasa por alto la ecuación de lo colectivo.
Chelo de la Torre emprende viaje, explorando un trayecto creador que integra cuatro tramos. El primero “Este silencio gris” concede al quehacer metaliterario un espacio básico para el desarrollo argumental. Desde esa actitud de reconstrucción y búsqueda del sentido de la escritura, ese empeño tenaz de que la poesía emprenda vuelo y germine en ella el peso leve de la mirada: “Las palabras resbalan de mis dedos / y los libros se cierran a mi paso, / no quieren dar ideas que no sirvan. / El mar habla de muertes, de pateras. / La sinrazón destruye casas, pueblos. / Se me acabó la tinta china, el folio / que enuncie un nuevo teorema”.
La sección “Polvo de tiza” tiene un nítido carácter de evocación y recuerdo; aquel tiempo de encerado y polvo de tiza entre las manos, une el sesgo biográfico de la escritora con el personaje poético. De este modo, van aflorando secuencias del quehacer laboral: el aula, la leve estela blanca de la cal, la complicidad de la profesora con la intimidad del alumno que ha presenciado en su casa los malos tratos del padre o las complejas situaciones relacionales que un aula de treinta experiencias vitales cobija en sus pupitres.
El poemario no cierra los ojos a un tiempo presente definido por parámetros contradictorios. El apartado “Cada vez que te pienso” se abre con una cita que concede a este abanico de poemas un carácter solidario y explícito. Dejo aquí los versos de Gabriel Celaya como un pórtico que enlaza con los espacios colectivos: “Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando”. Caminan por cercanas aceras el papel callado de la madre que se sacrifica en casa para que los demás tengan un destino más claro, el perfil invisible de tantas mujeres sumidas en estereotipos que nunca lograron definirse en condiciones de igualdad y respeto. Sobrecoge el poema “La niña de la pala” sobre la explotación infantil o la composición “Bombardeo” que recuerda la masacre de una escuela de Siria en 2016 en la que murieron veintidós niños. El sentido crítico contra una sociedad violenta e injusta que multiplica aristas de desigualdad y pobreza también está presente en “Mujer Palestina”, “El hombre que duerme en el parque” o “los dóciles”, un alegato contra el cinismo y la indiferencia.
Si vivir es sentir el inventario de pérdidas, erosiones y olvidos, la memoria juega un papel esencial en la reconstrucción de sensaciones. El apartado final “Tiempo de memoria” configura un regreso al pasado que anula rincones de lejanía. Como recuerda Joan Margarit, el afán comunicativo de la evocación se va convirtiendo en un único recuerdo de límites imprecisos en el que se visualizan los itinerarios recorridos en un magma informe. El recuerdo despliega historias de familia en la posguerra, ese tiempo sombrío de la carencia, y otros instantes vitales que convierten en niña a quien evoca, o dejan en su mirada la intacta inmensidad del mar. Son fotogramas que, poco a poco, van perdiendo su color, como refleja con hermosa andadura el poema “Me busco”: “Hace días, semanas que me busco, / con ese pensamiento que me oprime / sin recordar la lista de tareas. / Sin saber dónde hallarme”.
La invitación al pensamiento suma en el epílogo, firmado por Arancha Martín Martín, el cromatismo de la memoria. Con ritmo pausado, el verbo reflexivo de la poeta se adentra en una cristalización verbal que amalgama su “personal visión del mundo”. Tiempo y memoria rastrea la disolución de la identidad en los miradores de lo cotidiano. Chelo de la Torre hace de las palabras un asidero fuerte para encender la luz de la evocación; y lo hace con la cadencia de una poesía precisa, carente de exabruptos retóricos, que guarda en los recodos del tiempo existencial la mirada indagatoria del poema, ese juego de luces que amplifica la fotografía del camino.
JOSÉ LUIS MORANTE
Buenos días, asomarse a los blogs en esta fría mañana de febrero y encontrarse con tus letras sobre mi " Tiempo de memoria" es una alegría inmensa , amigo José Luis .
ResponderEliminarMe parece que has hecho un estudio exhaustivo y detallado de lo que es el libro y te lo agradezco enormemente.
Mas tarde enviaré el enlace a la editorial para que lo pongan en su página y lo publicitaré en redes. Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.
Buenos días, querida poeta, muy feliz de que mi lectura no te haya decepcionado; tus composiciones enlazan el río biográfico de la memoria y el contexto de un momento social marcado por asimetrías que hay que ir puliendo poco a poco. Tus poemas hablan, son cercanos, tienen la calidez intacta de la emoción; así que ha sido un placer conocer tu segunda estación poética. Y seguimos caminando cerca en la amistad y en el quehacer literario.
EliminarMuy buena reseña José Luis. Me alegra mucho que hayas conectado con este libro de Chelo que, como dice su prologuista, no habla solo de ella sino que habla de tí, de mí y de todos sus lectores. Enhorabuena a Chelo de la Torre por ser merecedora de tu reseña. Un abrazo para tí y para ella.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu estar cerca, querida Asunción, y enhorabuena por la excelente marcha de la colección que diriges. Es verdad, la poesía no es un testimonio singular y subjetivo, sino un espacio emotivo que trasciende la presencia concreta para explorar las incisiones vitales de un tiempo común; así que encantado con este recorrido por los poemas de Chelo de la Torre, por el aula abierta de la memoria y por la solidaridad de la voz que busca en los otros respuestas y abrazos. Reitero gratitud.
EliminarCuando me sumerjo en poemas en los que la emoción me supera, soy incapaz de encontrar palabras que transmitan el incontenible deseo de ser todas y cada una de las personas que saben describir la belleza de un libro.
ResponderEliminarEn Tiempo de memoria de Chelo de la Torre, he encontrado razones objetivas para considerar la bondad de su calidad poética y muchas más para sentirla pero envidio sanamente ( no sé ,si la envidia tiene algo de sano ) poder describir, una vez leído el poemario, de forma tan bella como en esta reseña de José Luis Morante todo lo que he vibrado con dicha lectura. Para él, mi más sincera felicitación, para la autora, mi abrazo más sentido. Enhorabuena por el prólogo del libro, por el epílogo, enhorabuena a la editorial y, mi sincera promesa de sumergirme de nuevo en la esencia misma de cada poema.
Magnífica reflexión, querida África; como sabes, hay una estela figurativa en nuestra tradición que hace de la emoción el centro del poema. En esa estética están nombres del canon como Antonio Machado, Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma; o poetas contemporáneos como Joan Margarit o Eloy Sánchez Rosillo. Así que entiendo de inmediato esa búsqueda en la lectura de la fuerza existencial de las palabras, y por eso la poesía de Chelo de la Torre invita a la lectura: habita en su poesía una razón de ser, el latido de un humanismo habitable. Fuerte abrazo.
EliminarQué bueno encontrarme con este tu comentario sobre un libro de Chelo, que fue compañera mia el año pasado de un taller literario.
ResponderEliminarGracias
Yo no conozco a Chelo de la Torre, en persona, querida amiga, pero su libro me ha parecido de muy grata lectura, y ya sabes qué empeño guía este blog de ir dejando, sin dogmas, sugerencias lectoras, y abriendo cauces en el mapa poético contemporáneo. Un abrazo fuerte y siempre muchas gracias por tu compañía.
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