Ricardo Ruiz
Devenir, poesía, Madrid, 2012
Una enumeración caótica sirve de pórtico al libro Los vencidos, quinto poemario de Ricardo Ruiz
(Burgos, 1963). El poema, de tono desasosegado y crepuscular, concluye con este
verso : ”Los vencidos conservan la dignidad de la derrota”. Así pues el único
trofeo de quien lo ha perdido todo es la coherencia personal, el hecho de
contemplarse en el azogue de los espejo sin tener que cerrar los párpados.
Queda la coherencia, el mantenimiento intacto de una identidad que ha
sobrevivido a lo contingente, en ese largo recorrido que se extiende entre la
aurora y el crepúsculo.
El yo poemático se sitúa en el último tramo del camino y con el sosiego
manso del que no aguarda nada hace recuento de las pérdidas. El mapa de tiempo
se despliega para exhibir las coordenadas donde se hacen más evidentes los
estragos.
Las metáforas se acumulan para reforzar la semántica del
deterioro en una escritura, seca y austera, cercana al patetismo, que prefiere
el paso reflexivo de la prosa al son reiterativo de cualquier cadencia métrica.
Toda la serie inicial de “los vencidos” comparte un aparente matiz
autobiográfico; el dolor se hace verosímil porque es el dolor propio, el que
nos acompaña bajo el paraguas negro del fracaso, sin que el devenir existencial
alcance metas justificatorias.
La segunda parte “Estoy ayer” hace suya la tinta
de la memoria, amalgama recuerdos recuperando un baúl vivencial
retrospectivo, escrito con la tinta desvaída de la memoria. El poema se
adelgaza, busca la fuerza comunicativa de un pensamiento cerrado, casi en clave
aforística, como si este fuera el método más idóneo para describir la
decepción. Una y otra vez se expanden términos cuya semántica tiene un claro
matiz invernal. Sólo la infancia representa el lugar de la esperanza, mientras
que el ahora se ha convertido en un enclave de melancolía, como si el sujeto
verbal consumiera un plazo vital con fecha de caducidad: “Todo llega para irse.
/ El sudor de los cristales. / La semilla de la nieve. / El claxon del
amanecer. / Las bragas de la noche. / La seda de los muslos. / La piel de las
olas. / Los pulmones del mar. / Todo llega para irse ".
Ricardo Ruiz, en su poemario Los
vencidos excluye el espejismo complaciente del futuro que deja ante los
ojos un estático paisaje habitable. El desenlace poemático no invita al
optimismo sino a comprobar que una caricia en una piel de invierno tiene un
tacto rugoso, como helada tristeza. Queda el pasado y queda entre los dedos la
aceptación de un destino personal que concluye en un andén vacío, donde toman
el tren aquellos pasajeros que se marchan hacia ninguna parte.
Para variar muy buenas recomendaciones. Un saludo.
ResponderEliminarQuerido Fernando, es un privilegio contar con amigos que siempre están al lado para sembrar unas palabras de ánimo. Muchas gracias y, en cuanto el curso deje un horizonte despejado de exámenes y evaluaciones, repetimos tertulia en Nueva Orleans: jazz y poesía.
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