(Fotografía de FELIPE PÉREZ POLLÁN)
. El sofista Protágoras, uno de los precursores clásicos de la pedagogía, pensaba que el problema fundamental del ser es la educación. Tiene razón: nadie civilizado quemaría un bosque.
. Todos los años idénticos titulares en los medios de comunicación: miles de hectáreas calcinadas y un páramo desértico, sin rastros de vida. Todos los años también la misma impunidad e idéntica impotencia.
. Pesimismo antropológico: las buenas intenciones sobre la prevención de incendios se olvidan en invierno.
. Sin medidas concretas en la vida comunitaria – reforestación, educación medioambiental, limpiezas y podas programadas, aclimatación de nuevas especies, responsabilidad penal y civil para los infractores…- estas mínimas reflexiones no son sino una queja insistente, mera palabrería.
. En la retina, la equilibrada serenidad formal del bosque antes del fuego. Naturaleza muerta.
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