(Fotografía de Victor Fernández Antón)
. Zapatos nuevos y decidida voluntad para caminar alrededor de su cuerpo, como el que teje una tela de araña.
. Zona wifi de óptima cobertura: nunca pierden la conexión consigo mismo.
. Tienen claro el título del libro que se llevarían a una isla desierta: Canto a mí mismo, de Walt Whitman.
. Orgulloso de ese ADN secreto, de ese mapa biológico que confirma su genialidad.
. Hablo del yo y la grandeza del tema requiere un sentido épico.
. La autobiografía condimenta el
yo con ramitas de perejil. De ahí el regusto a especias, festivo y laudatorio.
anda porras, y yo que pensaba que los demás me tenían una envidia terrible...
ResponderEliminarQuerido Chisme, pensé que te habías olvidado de mi existencia. Tus comentarios siempre son gratificantes y me ayudan a distanciarme. Un abrazo fuerte.
EliminarCreo que no hay nada de malo en amarse uno mismo y, además, demostrarlo. Al fin y al cabo, el amor propio es el primer amor que los seres humanos debemos profesar para ir por esta vida sin ganas de morir o de que nos trague la tierra.
ResponderEliminarEso sí: mientras la egolatría no sea patética, claro. Hay que saber reconocer los límites.
Vivan los egocéntricos!! =D
Un poco de ego no viene mal; es una razón para soportar los naufragios y cultivar la autoestima. Un ego empalagoso es decididamente insoportable. Muchas gracias por asomarte al blog y un cordial saludo.
EliminarAdemás, la mayoría de yoes que conozco son tan pequeños, querido José Luis, que uno se pregunta el porqué de tanto ruido como hacen.
ResponderEliminarQuerido Pedro, vivimos un tiempo de yoísmo exacerbado que anula tradicionales virtudes como la solidaridad y el prado comunal. Pero, como sugiere Cándido, también hay que fijarse en las podas necesarias que requiere el propio jardín.
EliminarEn octubre viajo a Burgos, seria un placer que nos viéramos. Abrazos.