En la novela Invasor, reciente
estreno cinematográfico dirigido por Daniel Calparsoro, la voz narrativa, fuerte
y verosímil, es la de un sargento médico profesional que parte hacia Irak en supuesta
misión humanitaria. Es un conflicto vivido a sangre y fuego por las tropas
españolas, tras la controvertida decisión de Aznar; el presidente español, como Blair, acepta como excusa la
mentira justificatoria de Bush de que el país del Golfo está fabricando armas
de destrucción masiva. Pablo, el militar, afronta la partida el uno de agosto de 2003
sabiendo que es sujeto activo de una
guerra ilegítima e inmoral.
Pero no hay tiempo para la reflexión lógica ni para el repliegue en coartadas pacifistas. Tras la rutina tensa de los primeros días, la guerra
muestra su rostro más real; son reales los disparos, las explosiones, las
muertes y el rastro de sangre civil en sus manos, cuando tiene que enfrentarse
al odio directo que los invasores despiertan en cada uno de los habitantes de
Irak. Una emboscada precipita los acontecimientos hasta convertir al sargento y
a su compañero, Diego, en dos náufragos perdidos en un territorio hostil. Con
el extravío, llega la sed y esa derrota íntima del odio convertido en una
sombra que depara incertidumbre y miedo. La realidad vivida con intensidad
extrema pierde su lógica para producir una sucesión de imágenes; pesadillas en
la que caben espectros que nunca abandonan la memoria roja de quien asesina.
El cambio de sitio sólo aporta una pausada recuperación física; pero
nadie regresa igual de una batalla cuyos efectos están en la conciencia. El remordimiento acompasa una
respiración oculta. La amanecida muestra otro escenario para la convalecencia;
es posible recuperar la normalidad, pero no la mente sosegada; la paz cotidiana ya
no existe.
Fernando Marías elige un vocabulario desnudo, un lenguaje de
crónica que avanza con los hechos para componer un relato atroz. La historia sobresalta
y desasosiega como un grito urgente reclamando atención. La identidad del protagonista es un
caos; ha sufrido una mutación extrema y está fuera de control porque la sangre
tiene vida propia y es capaz de someter a quien la bombea al brutal desorden de
la venganza. Nada detiene su propósito, ni el amor, ni el deseo, ni el hábitat
de la intimidad, ni la ternura de un padre hacia su hija. Eran certezas frágiles sobre las que se alzaba una vida que ya no existe. Sólo queda la
obediencia irracional a una voluntad enloquecida que da la razón al desvarío y
protagoniza un tiempo alucinatorio.
Trailer de la película INVASOR:
Pautas para un posible coloquio sobre el libro:
ResponderEliminar. No creo que INVASOR se escriba con una intención moralizante; pienso que sólo elige como trasfondo la Guerra de Irak y sus daños colaterales.
. Pablo, el protagonista, es un problemático héroe de guerra. Su única acción bélica es la antitesis del heroismo.
. Otra cuestión de interés para el debate: el papel de los medios de comunicación para construir verdades a medida y sus afinidades con el poder político.
En suma, un libro, INVASOR, capaz de generar un debate plural y necesario.