José Luna Borge
La Isla de Erimo, Sevilla, 2012
Los renglones autobiográficos son ejercicios de un solipsista que convierte sus pasos en visitas interiores. Por eso viene bien que ese viaje introspectivo acumule, junto a los devaneos particulares del sujeto verbal, elementos externos como viajes, libros leídos, o pormenores de la vida literaria.
José Luna Borge, poeta y ensayista, es un cultivador del diario desde hace décadas. Ahora ve la luz Pasos en la arena, que acoge un tramo cronológico de cinco años. Arranca en 1998, un hito temporal marcado por el fallecimiento de un ser querido, muy próximo; en ese contexto, la escritura adquiere un aliento elegíaco y crepuscular, impulsada por la certeza de ser para la muerte, reflexión que sugiere cierto tenebrismo existencial. En el yo y en los otros se define la fragilidad que habrá de dejarnos en la última costa.
Un subtema de ida y vuelta, frecuentado en estas páginas, es el quehacer, semana tras semana, de un suplemento cultural que el autor coordina durante seis años. Esa labor exige continuo contacto con colaboradores y un incansable esfuerzo de diseño y maquetación, lo que condiciona casi todo el tiempo libre, consumido en acercarse al escaparate literario, en el que de cuando en cuando se enfoca un nombre propio: Andrés Trapiello, José Luis García Martín, J. Roth, Víctor Botas, José Jiménez Lozano, R. Walser…
Los que leyeron anteriores entregas de este diario en marcha organizado en cuatro salidas -Pasos en la niebla, Pasos en la nieve, Pasos en el agua y Pasos en la arena- saben que en la geografía sentimental de José Luna Borge ocupa coordenadas preferenciales un puñado de lugares: Sahagún, Sevilla, Granada y Salobreña. Son destinos fijos: Sahagún es el territorio de la infancia, el patrimonio más antiguo de la unidad familiar y el reflejo de un modo de vida hacendoso y rural que el tiempo de progreso ha devorado; Sevilla es el deambular de lo diario, el sitio de acampada de lo laborable donde se ha gestado el perfil de la costumbre; enmarca también la vocación escritural; Granada es la familia, el obligado itinerario de compromisos con parientes más o menos próximos y la ciudad universitaria donde en cualquier esquina se produce el encuentro con lo monumental; por último, Salobreña es la segunda casa, el mar de cerca, el encierro donde se concluyen los proyectos literarios o donde el poeta recluido llena de oxígeno renovado los pulmones.
También abundan las anotaciones en las que se define el ideario del hombre de la calle, la opinión del ciudadano que toma partido ante una catástrofe ecológica, una decisión del gobierno o un hecho histórico como la intervención en la Guerra de Irak. Son asuntos que están en las pancartas y en los medios de comunicación, y que afectan a lo colectivo porque zarandean la convivencia y establecen relaciones de causa y efecto que nos atañen a todos.
En el diario nunca hay rutas preestablecidas ni una división de asuntos exacta y clara; en medio de la corriente de los días un hecho se define y provoca una reflexión que marca su estela en las anotaciones, como un paso en la arena. Los trazos del yo son heterodoxos; del conglomerado de momentos e ideas emerge una sensibilidad en el tiempo, el discurrir de una conciencia que deambula por los patios abiertos del pasado.
¿Sahagún? No sabía que Luna Borge era otro leonés de la diáspora. Y no conozco sus diarios, aunque es un género que me encanta si el diarista tiene buen decir, gracia y profundidad.A ver si me hago con alguno.
ResponderEliminarSahagún es un pueblo pequeño, pero hermoso. Si te apetece leer alguno de mis diarios y me proporcionas tu dirección te lo puedo enviar. Un saludo. JLB
EliminarMuchas gracias, José Luis, tú siempre tan atento y generosocon mis cosas. Palabras así animoan a seguir en la brecha. A ver si nos vmeos. Un abrazo grande. José Luna Borge
ResponderEliminarQuerido Pepe, es una suerte tenerte como amigo y es una felicidad leer tus trabajos; me gustan tus diarios porque utilizas la tinta china de la cordura como letra diaria y están exentos de la erudita sabiduría que aplasta al lector.
EliminarA ver si es verdad y nos vemos pronto.
Buena reseña, José Luis. Efectivamente, José Luna Borge, utiliza la palabra con la cordura propia del viejo castellano que sabe llamar a las cosas por su nombre o, como diría mi abuelo (también castellano de pro y vecino de un pueblo -Villalón de Campos- cercano a Sahagún:" al pan pan y al vino vino". Pero esta cuerda lucidez no se olvida nunca de reflejar las cosas cotidianas y pequeñas con la sensibilidad y la hermosa precisión que las convierte en cosas para recordar;en memoria colectiva.
ResponderEliminarAsí es, Herme; la gracia de un diario es ser capaz de dar una continuidad cronológica a materiales heterogéneos. Pepe Luna lo hace con mucho acierto, como experimentado practicante de la autobiografía. Otro mérito es sortear el patetismo en lo confesional para no convertir la confidencia en catarsis de diván de psiquiatra.
EliminarNos vemos muy pronto.
Abrazos y mi eterna gratitud por dar tanta vida al blog con tu inteligencia.
Gracias, Herme,por esas palabras que consuelan y alimentan; eres una gran lectora y ¡de corazón tan generoso! Besos miles
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