WALT WHITMAN.
( A Esperanza, por su antología)
Hubo un tiempo en el que la lírica de Walt Whitman (1819-1892),
centro del canon poético norteamericano según Harold Bloom, representaba para
mi yo lector el nítido itinerario de una guía de viajes, un mapa desplegado,
lleno de sendas sugerentes. Ególatra y locuaz, Whitman, discípulo de Emerson y
de su idea del poeta como dios liberador, aglutinaba en sus poemas un vitalismo
en marcha que asimilaba la diversidad de lo real.
Sus poemas, caóticos y enumerativos, repetían fórmulas con las que iba
completando el sentido de sus argumentos. De modo recurrente, el yo poemático
aglutinaba percepciones, estampas al paso que se amalgamaban ante el lector
como un gran jeroglífico uniforme y daba pie a una poesía narrativa, propicia a
la enumeración matérica y corpórea.
Mi fascinación por Whitman ha languidecido, tal vez porque el inventario
de lecturas actuales tiene la memoria llena de poesía intimista, introspectiva
y confesional. Pero Hojas de hierba,
original de 1855, que fue creciendo e incorporando textos en ediciones
posteriores, sigue mostrándome la
urdimbre de una poesía necesaria que ha cimentado abundantes estéticas
posteriores del ámbito latino ( Vicente Huidobro, Vallejo, Pablo Neruda) y
norteamericano (T. S. Eliot y Wallace Stevens).
La palabra de Walt Whitman elige el ahora como estado atemporal del yo
para captar la perfecta armonía y la ecuanimidad de las cosas. Si la elegía y
la nostalgia dan voz al pasado, el diálogo que oye el tímpano es el de la
inmediatez, el discurrir de lo cotidiano y en ese tránsito la autobiografía,
más o menos velada, de un sujeto que comparte muchos rasgos en los que podemos
reconocernos porque es síntesis de una identidad colectiva: “estos son los
pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países, no son
originales míos. / Si no son tuyos tanto como míos no son nada o casi nada, /
Si no incluyen todo son poco menos que nada, / Si no son enigma y la resolución
del enigma no son nada, / Si no son al mismo tiempo cercanos y remotos, no son
nada. / Ésta es la hierba que crece dondequiera que hay tierra y agua. / Éste
es el aire común que baña el globo”
.
Te felicito por tu magnífica e ilustradora entrada sobre el poeta americano. Cuántos recuerdos juveniles leyendo Hojas de hierba...
ResponderEliminarAprovecho para recomendarte un nuevo blog, el de José Antonio Ramírez Lozano, por si quieres visitarlo: http://josearamirezlozano.blogspot.com.es/
Besos.
Es verdad, mi primer encuentro con W. Whitman fue HOJAS DE HIERBA, que leí en las tardes primaverales de Arcos de la Frontera. Fue un descubrimiento. Esta vez me ha parecido un poeta más ególatra y solemne, también más complejo de lo que creí percibir en aquella lectura lejana. Pero comparto con H. Bloom, que está en el centro del canon norteamericano.
EliminarGracias por la recomendación del nuevo blog. Lo veo ahora. Un abrazo, María.
Fenomenal entrada José Luis. Me ha recordado mis primeras lecturas de adolescente,allá por mis quince años, el "Hojas de hierba" de Whitman, junto con la antología de León Felipe, "Historia del corazón" de Vicente Aleixandre.....
ResponderEliminarQué casualidad, Jesús, los amigos me han comentado lo mismo... que leímos a Whitman en la etapa juvenil. ¿Alguien sabría explicarme por qué?
EliminarEs curioso que haya algunos nombres asociados a la educación sentimental de los que nunca nos desprendemos.
Un abrazo y mi gratitud.