Malos tiempos para la épica Última poesía española (2001-2012) Luis Bagué Quílez y Alberto Santamaría (eds) Visor Libros, Madrid, 2013 |
EFECTO 2000
El cambio de milenio, pese a la truculencia agorera del
catastrofismo, se produjo con la linealidad pautada del acontecer rutinario. No
obstante, el nuevo tiempo incorpora sus peculiares señas de identidad. La
edición de Luis Bagué Quílez y Alberto
Santamaría Malos tiempos para la épica sondea
los efectos del año 2000 en la hornada lírica más reciente. Para ello recurre a
poetas y críticos que han contribuido a establecer un horizonte
literario, omnidireccional y distinto. El monolitismo estético se disgrega; no
hay polarización sino singularidades que van dejando trazos de una tradición
plural con internet como nuevo espacio de difusión. La red pasa a primer plano
y las nuevas tecnologías fomentan el debate frente a los formatos de siempre;
internet divulga con celeridad y crea la pantalla para un incontable patio de
butacas; pero lo digital no deja de ser un territorio movedizo donde faltan
filtros de calidad y donde se diluye la autoría concreta. Entre las constantes
vitales del ahora está la normalización, exenta de cualquier exotismo, de
tradiciones remozadas como la oriental, la norteamericana, el legado
latinoamericano o el diálogo con la lírica francesa y alemana; asimismo, se comprueba que la estela conceptual de los
trabajos críticos no olvida la influencia en el discurso reflexivo de la
ciencia ficción, el cómic, el cine futurista o los estudios científicos
interplanetarios. Los asertos que emplean los convocados - Juan Carlos Abril, Erika Martínez, Mariano Peyrou, Carlos Pardo, Ángel Luis Luján, Raúl Quinto, Ana Merino, José Luis Gómez Toré...- para titular sus
trabajos crearán perplejidad en muchos lectores; las cuestiones de siempre sobre generaciones,
identidad del sujeto poético, compromiso ético o influencias parecen asuntos
prehistóricos, dudas extrañas sepultadas
por nuevas mitologías y por los valores
portátiles de una escritura empeñada en asegurar que si para la épica corren
malos tiempos, para la lírica la realidad es tan soportable como en cualquier
otra época.
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