La más cruel de las certezas Mario Pérez Antolín Textos del Desorden, Baile del Sol Tegeste, Tenerife, 2013 |
PERSPECTIVAS
En su indefinición el aforismo acoge ingredientes heterodoxos que se
mezclan como un material genérico. Son elementos compactos que fortalecen la
práctica escritural y que podrían resumirse en tres itinerarios conceptuales:
poesía, ética y filosofía. De esos componentes se nutre la aforística de Mario
Pérez Antolín (Backnang, Alemania, 1964), poeta, ensayista y profesor. Ya en
2011 editó su primera colección de sentencias, Profanación del poder. Esta salida ampliaba la más convencional
semántica del aforismo; el prólogo, firmado por Eugenio Trías, avalaba la
inclinación a la incidencia reflexiva y a la escritura de pensamiento de un
escritor que prefiere la disertación pautada al vuelo simple y despojado de la
frase.
El libro que aquí comento, La más
cruel de las certezas, emplea en su desarrollo un muestrario temático que
perfila secuencias de nuestro tiempo. El viaje interior –en el que deambula un
sujeto concreto que nos permite asomarnos a los devaneos de lo confesional- se
da la mano con el ser colectivo, con los contraluces de una sociedad aglutinadora
de aciertos y desajustes. En las líneas introductorias, Victoria Camps asevera:
“Un buen aforismo es la síntesis lograda de una idea que no precisa de ulterior
desarrollo y que desvela la substancia de la autorreflexión”. Es una frase de
corte perfecto que invita a entrar en las premisas estéticas de Mario Pérez
Antolín para madurar despacio cada una de sus aseveraciones. Nada entorpece más
la lectura aforística que el galope alocado de las ocurrencias al paso; por
otra parte, la escueta talla del aforismo se lleva mal con oropeles retóricos.
En el extenso páramo de la realidad es donde el buen aforista
protagoniza sus incursiones más fértiles. Así sucede en La más
cruel de las certezas. Allí están
los acontecimientos que jalonan cualquier existencia y que suelen aposentarse
entre la emoción y el pensamiento, aunque las notas avancen en ese itinerario
azaroso que eligen las nubes de lo cotidiano.
Pérez Antolín halla abundantes estímulos en la sociología. Con innegable
afán vindicativo, en un tiempo en el que la práctica de lo público parece un cenagal,
el poeta alza la voz y hace de la
crítica una baliza disuasoria. El yo se exige a sí mismo coherencia y razones
existenciales que vayan más allá del mero reconocimiento de fracturas y rumbos
contradictorios; que propicien un convivir bajo una mayor claridad ética. No
duda en situarse frente al espejo: “Por lo que se refiere a mis credenciales
políticas me considero demasiado nietzscheano para ser de izquierdas y
demasiado marxista para ser de derechas. Soy un polemista premeditadamente
crítico y ambiguo”.
La más cruel de las certezas muestra
un dilatado espacio de intereses. En él dialogan “una poesía que piensa y una
filosofía que emociona”. En su diversidad confraternizan una inquieta atención
a los episodios del entorno, que siempre dejan entre las manos gotas de
conocimiento y belleza, y esa mirada disconforme y porosa que cuestiona
apariencias y otorga confianza al pensamiento. Mario Pérez Antolín nos deja
sobre la mesa un libro inteligente empeñado en la búsqueda de la palabra
exacta.
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