Diario de K. Karmelo C. Iribarren Colección A la mínima Renacimiento, Sevilla, 2014 |
LA PROSA DE LA VIDA
En su versión más ortodoxa, el diario es un género solipsista que pone
los ojos en la dinámica vital. Con tediosa paciencia recolecta pormenores y
ajusta fechas que resumen la cronología de un recorrido personal. Diario de K, cuya llamativa cubierta
reproduce un primer plano del autor, no cumple esta premisa, así que caben dos
especulaciones; una, que Karmelo C. Iribarren haya escrito una autobiografía heterodoxa
y diferente, dispuesta a poner brisa fresca en el cuarto cerrado de lo
previsible; y dos, que el poeta donostiarra haya elegido este título sin pensar
en acotaciones genéricas, solo atento a la incansable caligrafía de la buena
literatura. De otras especulaciones ya se encargará el lector.
La introducción de Enrique García Máiquez alude, con precisos argumentos
a “la condición autobiográfica y vivida de estas prosas, que transmiten una
indiscutible sensación de cercanía y coherencia”. Las páginas muestran una indagación
que adquiere el ajustado formato del aforismo, razón por la que esta entrega se
edita en la colección A la mínima, de Renacimiento. Ya he comentado otras veces
esa insólita capacidad de abrir ventanas que tiene el aforismo y, de igual
modo, es elogiable su disposición para cobijar agudeza y conocimiento, sin
subirse al estrado de lo declamatorio. Los textos, en su diversidad, se
encadenan con el sereno enlace de un viandante que mira dentro y fuera, para
que el conjunto encaje como si fuese un puzle unitario.
Los días laborables viajan hacia
el crepúsculo con una grisura pactada, pero sólo en apariencia; en su dermis
subyace lo incógnito, eso que pugna por pasar inadvertido a los ojos de casi
todos. De ese modo, el aforismo se define por su afán de búsqueda, por su
quehacer para mirar resquicios.
En Karmelo C. Iribarren existencia y escritura conforman una sociedad
limitada, que no admite masa social y se distribuye las funciones mediante
acuerdos tácitos. Por ello, la existencia es una veta natural que permite
explorar las calles céntricas del yo, ese sitio monumental que cobija los
sentimientos y las idas y regresos hacia los demás; se trata de pautar con el
otro un acuerdo de mínimos frente al acontecer diario y que está
hecho de argumentos sencillos para que el ruido de fondo de lo cotidiano
amortigüe su incoherencia y fluya un discurrir apacible; cada sujeto define
las propias estrategias de autodefensa frente al temporal de la calle. Y la
otra veta nace de la escritura que es, al mismo tiempo, tradición lectora y
práctica de una sensibilidad que glosa en distintos formatos las habituales
obsesiones de la escritura.
Diario de K es un espacio de
acogida para la confidencia. Hace memoria de los días con voz dialogal,
como suenan los soliloquios que comparten pensamientos y filosofías de
bolsillo, que no necesitan el paratexto de la erudición. Karmelo C. Iribarren
escribe con palabras que inspiran confianza y que trazan en el rastro fugaz de
lo vivido algunas razones para el optimismo. Hay que saber mirar: “la prosa de
la vida está llena de poesía”.
Querido José Luis, ¿cómo no leer "Diario de K" tras tu sugerente reseña?. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Javier, el poeta Karmelo C. Iribarren es una de las luces encendidas más potentes de nuestra poesía actual. Su realismo y su dibujo de lo cotidiano enaltecen un tiempo que no necesita épica sino poesía.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, querido amigo, y siempre es un gozo saberte cerca.