Paseo de la identidad Luis Bagué Quílez XII Premio Emilio Alarcos Visor, Madrid, 2014 |
GEOGRAFÍAS
Poeta, editor, ensayista y doctor en Filología Hispánica, Luis Bagué
Quílez (Palafrugell, Girona, 1978) consiguió el Premio de Poesía Emilio
Alarcos, en su XII convocatoria, con el libro Paseo de la identidad, sexta entrega de una prestigiada tarea
creadora.
Cuando se comentan itinerarios afloran de inmediato etiquetas
clasificatorias y clichés formales, como si el territorio poético tuviese una
estructura circular, con perímetros cerrados y contundentes. No voy a urdir
más digresiones sobre un asunto que suele generar simplificaciones y
malentendidos. Me centro en la lectura de Paseo
de la identidad, un poemario singular e inflexivo, cuya imagen de cubierta reproduce la entrada de un turístico lugar de encuentro: la plaza principal de Puerto Iguazú, localidad argentina del nordeste, en la provincia de Misiones, un sitio que propone al visitante un recorrido visual por seis murales de artistas que ayudan a conocer la historia del ser colectivo.
De modo explícito, el título del libro certifica el eje argumental del
conjunto: la noción conceptual del ser ontológico, siempre llena de conexiones
temporales y espaciales. Pero la identidad glosada no es continua ni
permanente; se percibe desde la fragmentación y el cambio, como si la recepción
buscara indicios, especulaciones sobre ámbitos mudables.
Norteamérica, paradigma y síntesis de la aldea global, ha creado una cultura
planetaria. En cualquier esquina aparece su proyecto civilizatorio con una iconografía de influencia
incesante que hay que descubrir porque es símbolo de modernidad. La mutación y el tránsito son
signos que definen el ahora, un tiempo que comparte iconos y que concede
rasgos intercambiables. Las palabras no definen, plantean dudas, formulan
paradojas, establecen la caducidad de los principios. En itinerarios
discontinuos, el yo poemático está obligado a cuestionar qué elige o renuncia,
a percibir luces y sombras, a buscar la belleza en la retórica de lo cotidiano,
donde todo es soluble apariencia.
El poemario recorre otras geografías que se contraponen al paisaje
visual de USA; están, por ejemplo, los espacios naturales de Mar del
Plata y su fauna; o los leones marinos de San Francisco. Organigramas colectivos
que reiteran hábitos sociales de manera simbólica.
Pablo Neruda, en versos memorables, hablaba de lo inmenso del océano,
“era grande, desordenado y azul y no cabía en el mapa”. Y era solo una parte de
un mundo cuya materia prima, abierta a los sentidos, propone un permanente
diálogo con el pensamiento. De su
amplitud y diversidad, de esa vocación de collage
dejan constancia composiciones como
“Agua corriente” o “Tierra roja”.
Escribí al inicio de esta reseña que Paseo
de la identidad es una entrega diferente e innovadora porque afronta de
modo directo una renovación de asuntos y por la calidad de sus imágenes. Lean
la poética que cierra el conjunto, en la que se manifiesta cualquier renuncia a
dialogar con la rutina de lo previsible y exige al verso su
capacidad de sorpresa.
Paseo
de la identidad es en buena medida un libro de viajes, un registro
testimonial de caminos entrelazados. Versos de geografía y pensamiento que
trazan, con excelente poesía, coordenadas al paso de un discurrir intenso y paradójico.
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