Un pedigrí Patrick Modiano Anagrama, Barcelona, 2007 |
GENEALOGÍA SENTIMENTAL
El novelista francés Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) es el
galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2014, según la Academia Sueca
“por su arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más
difíciles de retratar…”. Por eso, la mejor puerta de acceso a la extensa producción
narrativa de Modiano es la novela Un
pedigrí, que Anagrama editó en 2007 y que pude leer aquel año, no como si
fuese una novela sino una documentada crónica personal en la que el autor se
elige a sí mismo como protagonista principal para exponer con voz directa los
pormenores biográficos.
Intenso, meticuloso y con una atención desvelada hacia el detalle, Patrick Modiano parece un dietarista
soliviantado con la incontinencia de lo cotidiano. Ahora, tras la concesión del
Premio Nobel, vuelvo a recuperar su escritura y la impresión persiste: en las tramas hay una fusión
estricta entre el yo literario y el sujeto biográfico, mientras se buscan
puntos de referencia en el pasado para establecer, como esos caniches de raza, un supuesto
pedigrí genealógico.
La voz narrativa camanina sin identidad y sin el peso del recuerdo. Quiere conocer sus orígenes y lo que descubre no se
oculta, es contado con la gelidez de quien camina sobre el suelo inestable y
movedizo del fango. Sus padres lo rechazan, su madre nunca está, su hermano
murió con apenas diez años y su formación académica es una sucesiva clausura en
internados lejanos en los que nunca hay sitio para la ternura.
No hay pedigrí sino un ahora al paso en el que el yo pasa lista en un
cuartel vacío. Se ha dicho muchas veces que los días de infancia constituyen
ese temprano paraíso que nunca se abandona porque concede a quien lo
sueña seguridad y refugio. El autor francés es drástico en su evocación de la infancia
y de los primeros años juveniles. No existe el paraíso, solo un espacio que
acumula sin orden retazos de un paréntesis vital, en el que solo tuvo cabida el
desconcierto. Quien se mira en la lisura gris de los espejos nunca fue un
aspirante a la felicidad.
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