Raíces de la sangre Pilar Blanco Eolas Ediciones, 2014 |
RUMOR DE HOJAS
En el recorrido lírico de Pilar Blanco (Bembibre, León) el sustrato
sentimental es una constante que aglutina afectos, emociones y hace de la
presencia del otro una necesidad profunda, un impulso cognitivo que empuja a la
búsqueda. Está presente en las salidas iniciales, Voz primera. Poemas de amor y
desamor, Mundos disueltos y Vocabulario
íntimo, y vuelve a reclamar un papel relevante y activo en sus libros más
recientes, Alas los labios y en la
entrega Raíces de la sangre.
Aparecida en la colección Eria, en el catálogo de Eolas Ediciones, esta
compilación de poemas aporta un título
sugeridor: Raíces de la sangre. La
raíz como elemento básico de un todo se empeña en una labor invisible de
sostenimiento y equilibrio; está ahí, presentida y tenaz, inadvertida bajo la superficie visible, en
afanoso ejercicio de captación de la nueva savia. También el paratexto de Juan
Gil-Albert alerta sobre el intimismo confesional del yo poemático, ese deseo de
ser que abre a la identidad un poco de luz; la sed es tanto la consecución del
sorbo vivificante como la medida de un sueño alcanzable.
Así arranca una escritura reflexiva y fluida, cercana a la prosa poética
por la cadencia de sus largos versos, formada por diecinueve composiciones y
organizada en dos apartados. El primero da voz a un paréntesis vital de
desposesión y estancia en la intemperie. Caminar requiere marcar huellas
interiores, hacer de las entrañas del sujeto verbal una estación de llegada y
leer en el lenguaje oculto de lo transitorio que la pérdida es el cobijo de un
rumor de hojas que agostaron al paso de los días. De esa conciencia de
ensimismamiento y soledad emanan los poemas del apartado de arranque, “Haz”,
donde se cobijan algunos referentes culturales que fortalecen la voz propia de
Pilar Blanco para alumbrar las brasas del presente. El ahora es una tierra
estéril, un lugar de ceniza, una estación deshabitada.
Pero cualquier senda ofrece una distancia en el regreso y hallamos en
“Envés” la crecida de un sentimiento de
aceptación y reencuentro. La calma tiene esa apariencia leve de una semilla que
vuelve a germinar y se contempla a si misma con trazos de esperanza. Como
escribiera Luis Rosales “el dolor es un largo viaje” y es necesario aceptar que
tras el deambular por la sombra apuntan los destellos de la amanecida. La
pupila renace: “Solo es preciso reblandecer, amasar, eliminar, aristar. / Para
ser otra cosa. / Germinar”.
Raíces de la sangre culmina un itinerario sentimental con dos
estaciones en las que el protagonista verbal toma conciencia de una
sensibilidad marcada por lo contingente.
En ese viaje interior el sujeto comparte el aliento frío del
aislamiento y la pérdida y, en el atardecer, esa esperanza de una nueva raíz que aporte savia
para seguir en pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.