TESTIGO CON LÁPIZ: ÁNGEL PETISME
EN EL ATENEO
Ayer viernes, estuve en el Ateneo de Madrid, en el papel el papel de testigo con lápiz
que ocupa un asiento difuso de las última filas. Desde allí, sin el micro encendido y el estrado con agua, los actos literarios parecen más largos e
imprevisibles, con un punto de tedio por la impuntualidad y la inquietud del calor tropical que tanto solivianta en aforos completos. Ángel Petisme, con treinta años de dedicación
musical y literaria, presentaba, con nutrido acompañamiento, su poemario El lujo de la tristeza. El aragonés concita muchos afectos y la sala se llenó
de inmediato. Los asistentes que no encontraron asiento reclamaban el traslado al salón de
actos y un poco de luz para ver a los contertulios. Miguel Losada, responsable del ciclo de lecturas de la Cacharrería, puso
excusas y orden y la presentación se inició con un cantautor feliz y con sonrisa grande. Estaba
ufano con la respuesta del público, con el abrazo solidario de otros escritores y músicos, y con el verbo cálido de una mesa repleta. Mucha gente para hablar y más o menos prisa por plasmar en dos
o tres pinceladas ingeniosas la relación personal y ese jugoso anecdotario
de la memoria fiel. Tantos años en el camino han dejado una copiosa estela.
En un acto tan emotivo, aumentó la temperatura sentimental del público el vídeo Mi gigante preferido, un trabajo muy bien resuelto dedicado a Alba, hija
del poeta. Después tomaron la palabra Luis Eduardo Aute, Luis Antonio de
Villena y Ángel Guinda. Aute, tímido, modesto y siempre al alba, recalcó
afinidades con aquel joven cantautor seleccionado en la antología Postnovísimos que representaba la sensibilidad del rock y ensalzó la estatura de niño gigante; Ángel
Guinda dejó una buena definición sobre el carácter del homenajeado: es un
aglutinador de personas, comentó. Y Luis Antonio, con aire teatral, paró el reloj para
viajar hasta los pasos de un Petisme juvenil que se ha ido haciendo autónomo y mayor entre
libros y canciones. Luis Antonio es un conversador incansable y divertido.
Llenaron los intermedios Ana Labordeta y Pilar Bastardes con una representativa selección de textos, para clausurar con otra mesa
formada, entre otros, por Fernando Beltrán y Raquel Lanseros. Fernando resumió el asunto en
una troika aragonesa: “Goya, Buñuel, Petisme” (con permiso de otras troikas del
valle del Ebro de igual altura), mientras que la belleza de Raquel Lanseros
recurrió a la sensibilidad del hombre y a esa invitación a la alegría que aporta Ángel como razón de ser de cada encuentro. También
hubo música en directo, móviles a pleno uso, foto de grupo, agenda abierta para citas cordiales y merecidas felicitaciones al autor de El lujo de la tristeza. Me traje además ese abrazo de Ángel
Petisme al dedicarme su obra, mientras hablábamos de una lectura próxima en Rivas, programada en Covibar por Ricardo Virtanen.
Después era muy tarde y hacía frío. Me refugié detrás de la bufanda y recorrí la luna de Madrid con
Fernando Beltrán y la nostalgia común de amigos y viajes. En la autopista del regreso ví en el retrovisor la imagen de un
acto para recordar. Ya en casa, abracé a Adela y puse en la mesa de trabajo de la buhardilla El lujo de la tristeza. Espera turno de lectura con
mirada cómplice. He disfrutado estos años con la poesía de Petisme y el poema "Ponle luz a este mundo" con el que cerró la cita del Ateneo me pareció extraordinario.
En el azul de la cubierta, miro el título. Lo leo en voz alta y asiento. Es verdad, la tristeza todavía es un lujo al alcance de todos.
Aunque escribiré sobre "El lujo de la tristeza", quiero resaltar el acierto crítico de Luis Antonio de Villena al describir la escritura del cantautor. El escritor novísimo argumentó que Ángel Petisme es un poeta plural y polisémico, por más que sus vetas más transitadas sean el registro coloquial, el ámbito del compromiso social y la mirada urbana.
ResponderEliminar¡Qué alegría haberte reencontrado aunque fuese fugazmente, querido José Luis!
ResponderEliminarQuerido Ángel, yo también sentí esa sensación cordial y entrañable del reencuentro. Apenas pudimos hablar porque había tanta gente alrededor de nuestro común amigo Ángel Petisme que todo fue fugaz. Pero seguimos cerca en los afectos y en la literatura y alguna tarde quedamos en Madrid y disfrutamos de una grata conversación. Abrazos, poeta.
Eliminar¡Qué alegría haberte reencontrado aunque fuese fugazmente, querido José Luis!
ResponderEliminarUn favor, Ángel, aprovechando tu comentario, si es posible, mándame a casa el último número de la revista EL ALAMBIQUE. Me pidió José Cereijo un poema y me encantaría tener un ejemplar. Gracias por el favor, querido Ángel. Abrazos.
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