Las dimensiones del teatro
Aitor Francos
La Isla de Siltolá,
Sevilla, 2015
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CONFABULARIO
Con apenas 26 años, Bioy Casares
escribe su novela la invención de
Morel. Allí deja patente su fascinación por construir un gran teatro
insular en el que se represente la irrealidad de la existencia y sus recovecos
más desconocidos. Aitor Francos (Bilbao, 1986) abre el poemario Las dimensiones del teatro con una
recreación argumental de la ficción de Bioy Casares, como si dejara explícita
su intención de compartir con el maestro argentino afinidades escriturales.
El discurso verbal se despoja de tejidos confesionales biográficos.
Recurre al monólogo dramático para dar voz a figurantes y situaciones
literarias que se reactualizan en la escritura para convencernos, como
enunciara L. Wittgestein, de que “Los límites del mundo son los límites del
lenguaje”.
El poeta se acredita como lector perseverante que proporciona nuevas
oportunidades al devenir existencial y hace de la palabra poética un ejercicio
polivalente y fragmentario. El marco de representación de Las dimensiones del teatro no responde a un hilo argumental
continuo; expande una trama de apariencia aleatoria, que rompe la
cadencia previsible.
El sujeto, a partir de un poema de Beñat Sarasola, especula con el sentido del quehacer escritural para formular una poética sobre el devenir
temporal de la lírica; y aporta un entrelazado de respuestas que prescinde de
cualquier lógica argumentativa para acumular intuiciones e imágenes. Así se
aprecia en el siguiente fragmento: “En la plaza Olavide, uno de los poemas de
Larrea / se me cayó del libro al suelo y lo firmó Szimborska. / La poesía del siglo XXI se hará
casualmente, / con tablas de un escenario sin uso y un par de clavos; / ése es
el modo en que se reconstruye una embarcación / cerca de un faro de vigía, /
así, igualmente, se cierra un ataúd en el desierto “.
También el cuerpo del libro, como material
orgánico, propicia el afán indagatorio. Escribe en “Mecano”: “Pienso en cómo se
conforma un libro de poemas. / No es fácil / reunir a unos cuantos extraños en
una vida / común y hacer que actúen / en familia“. Las piezas, autónomas y singulares, asienten
voluntariosas para integrar un todo en el que adquieren nuevas lecturas.
En la cartografía poética de
Aitor Francos no hay itinerarios evidentes, de los que discurren con placidez
hacia el destino final, sino circunvoluciones que avanzan, hondas e
introspectivas, expandiendo nutrientes literarios, recorriendo distancias hacia
el vacío de los significados. Queda así el poema como un espacio hermético y
singular, como una búsqueda de otro lenguaje que no admite receptores pasivos
mientras en el espejo de los versos una identidad se justifica: “No tengo filosofía
de vida: solo hago cambios de sentido. / Ser
incomprendido es mi actividad esencial. Ser / incomprendido es mi
lenguaje. / He trazado varios laberintos. No he sabido encerrarme / en uno
solo”.
“Pienso en cómo se conforma un libro de poemas. / No es fácil / reunir a unos cuantos extraños en una vida / común y hacer que actúen / en familia“.
ResponderEliminar¡Qué bueno! Lo tendré en cuenta. Me gusta mucho esta editorial, veo que tiene verdaderas joyas.
Saludos José Luis!
Sandra.
La Isla de Siltolá está apostado fuerte por voces nuevas que son las encargadas de renovar el mapa lírico actual. Aitor Francos es un poeta singular, que prefiere la senda personal al sendero gregario. Un poeta a seguir. Abrazos, Sandra.
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