Soportar la noche David Minayo Ediciones Vitruvio Madrid, 2015 |
CUANDO LOS DÍAS
El archivo literario de David
Minayo (Madrid, 1981) se estrena en 2014 con un título que suena con la voz armónica de una etiqueta
generacional, El amor en tiempos de los
desguaces de coches. Esa carta epifánica amanecía en el catálogo de
Vitrubio, editorial que impulsa de nuevo el segundo paso del madrileño, Soportar la noche. El poeta y narrador Benjamín
Prado, una de las afinidades explícitas de este ideario de línea clara, firma el breve proemio en el que
se resaltan algunos caracteres ya definidos en el inicio: espontaneidad y descaro en la dicción, empleo frecuente de la ironía, cadencia
autobiográfica en los temas y esa sensación de verbo confesional que expanden
las composiciones.
La pautada advertencia al lector
de Benjamín Prado sobre el enfoque comunicativo se refuerza con
el empleo de otro nombre propio para la cita inicial, Mario Benedetti, otro
magisterio del figurativismo y la rehumanización. Con ese afán de normalidad
arranca un poemario cuyo eje argumental básico en el acontecer del sujeto que
emprende un viaje introspectivo. En ese recorrido se van
perfilando las pautas diarias del tejido sentimental: la compacta presencia del
otro, el puñado de recuerdos que dormitan entre los pliegues del mapa personal
y el empeño temporal que sitúa al sujeto en un doble plano, entre el pretérito
y el ahora, aunque el amor permanezca como principio básico. Ese impulso requiere determinar su naturaleza elemental en la consideración del
legado poético. Esa cuestión conceptual se aborda en el inicio: todo se
reduce a la viva presencia del nosotros, al acto feliz y cotidiano de estar en
compañía.
La expresividad del discurso
poético no es lineal. En su latido se mantiene en pie una carga simbólica que
requiere lecturas nuevas: el ser tiene
como signo inevitable la temporalidad. El hombre deja en la superficie su razón
sentimental, su deseo de permanencia, como si esa vivencia propugnara
una razón contra el olvido; signos elementales moldean una estación de cercanías. En el poema “Tu barrio es un equipo de
fútbol” la contingencia de lo cotidiano se hace hábito, postula una forma de
vida que da raíz a lo aparente como si cada gesto del hablante
verbal formara parte de un discurso emotivo, de un poema habitado.
Pero ese empeño tenaz de la
palabra por construir una arquitectura perdurable tiene de frente un viento
azaroso, capaz de transformar cada sueño en un páramo. Como en estos tiempos de
redes sociales y mensajería instantánea, el chat se desactiva y el único
mensaje que perdura en la bandeja de entrada es el olvido. Todo se ubica en la
línea de sombras y hay que aprender a soportar la noche. El poeta escribe: “
Cuando la sombra esconde / sus propios / miedos / es sencillo / confundirse /
apoyarse / pisar en falso / caer / soportar la noche / como la casa vacía
intenta / deshabitarse / de sus fantasmas “. La soledad copa entonces el
tiempo, se hace materia tangible, deja frente a los sentidos un pasillo oscuro para dar cobijo a los recuerdos.
La voz ética no olvida
echar una mirada en el espejo de los demás para entender la psicología
compartida y los mecanismos de comportamiento colectivo en los que se pueden
reflejar las causas y efectos de los propios pasos. de este modo, los enfoques
del verso fluctúan en el propósito escritural y se aglutinan abundantes resquicios. A veces las palabras suenan con la contundencia lacónica
del epitafio, como en el poema “Aprovecha”: “Has aprendido / que solo dos días
/ tendrán menos / de veinticuatro horas / y te queda uno”; también la razón del poema se hace ironía y
discurso estético, como sucede en “Cuatro discursos para escribir poesía”. Un trazo nuevo en la lírica de
David Minayo es el sustrato cultural. Las referencias literarias se entreveran
en muchos poemas, como si el atemporalismo clásico hiciese necesario una nueva
lectura, una interpretación que anulase el aire de viejas fotografías marcadas
por el tiempo; otra vez resuenan magisterios que retornan a la casa del
presente.
Pero es el intimismo quien marca la pauta final de un libro que recurre
los ángulos cotidianos del trayecto existencial. Con voz serena el sujeto
poético se refugia detrás de las palabras para aguantar a pie firme el sol y el
frío, para pulir las asperezas que distancian, como si fuésemos juguetes
de un dios frío que obliga, en las aceras de la brega diaria, a soportar
la noche.
Gracias, amigo José Luis, por este afectuoso regalo. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarUn placer grandote, querido David, contar con tu excelente poesía. y con tu amistad. Gracias por el libro y seguimos cerca.
EliminarEnhorabuena, David, por estas palabras sobre tu nuevo poemario Soportar la noche, de la mano de José Luis Morante. Dos amigos, dos poetas a los que admiro, juntos en la misma entrada.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, Abel, siempre es hermoso caminar juntos al lado del poema. Sigo con ilusión, a la espera de ese trabajo común que dejará ante los lectores tu poesía. Abrazos grandes y feliz jornada.
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