Pabellón Psiquiátrico |
INTERNOS
Regreso al Pabellón de internos. En su larga alambrada sobresale una fila de adelfas florecidas. Dentro no cambia nada. Algunos internos deambulan
dubitativos, mirando mi presencia con desconfianza. Después se aproximan; me
piden euros y tabaco y premian la generosidad con confidencias. Alguien,
susurran, empujó al celador en la escalera central; hubo suerte, aunque
sobrevivió se fracturó la cadera y estará lejos varios meses.
En la tapia de entrada, siguen juntas las dos sillas de plástico que
miran la avenida.
Como siempre, dejas un latente misterio. Un placer leerte José Luis. Un abrazo
ResponderEliminarHola Carmela, creo que los cuentecillos tienen la obligación de no agotarse en si mismos y de dejar latiendo un poso de incertidumbre que debe resolver el lector. Un fuerte abrazo
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