Reloj de melancólicos José Luna Borge Ediciones Los Papeles del Sitio Sevilla, 2016 |
HOJAS DEL TIEMPO
Se percibe, con frecuencia, el
movimiento pendular que la poesía adquiere con el paso de los años. Sin
pretender introducir bifurcaciones en esa cuestión, sí parece fuera de duda que
la voz elegíaca es el tono habitual de la obra madura, cuando el sujeto verbal protagoniza una
etapa vital donde resuena en cada viaje interior la voz de la
experiencia. Esa es la primera percepción
lectora que difunde el título Reloj de
melancólicos, que José Luna Borge suma a una poblada trayectoria. En ella
manifiesta una voluntad intelectual diversa, que practica géneros como la
poesía, el ensayo y el diario íntimo.
En Reloj de melancólicos a través de la evocación comparece el pasado
como espacio natural de la memoria para edificar sobre la arena del ahora un
pensamiento reflexivo, que guarda sitio a la nostalgia. Leemos en la
composición de apertura, “Farolillo”: “Aquella breve llama se abre paso / en el
oscuro mundo del recuerdo / y acoge aquellos días con su amparo “. Dispuestas a velar su condición
transitoria, se presentan las dispersas señales de un devenir biográfico.
Luchan por hacerse condición testimonial, ajenas a la erosión del transcurrir,
como si fuesen figurantes de un
escenario vivo, actual y vigente, donde el yo representara sus sucesivas
mutaciones. La conciencia del existir se va
fortaleciendo en compañía de un notable
inventario de presencias y sombras ausentes. Entre esas presencias se recupera la
imagen lejana del padre y su andar silencioso hasta perderse en un bosque de
niebla; también afloran ecos de viejas amistades cuyos pasos vitales resonaron en la dichosa
acera de la infancia, llenando los instantes cotidianos de afecto y compañía. El vacío interior va creciendo
mientras llega un tiempo crepuscular que convierte los sentimientos en casas
deshabitadas. Lo que queda ante los ojos es un escueto camino por el que ahora
transita el paso incierto del futuro: “hay que dejarlo todo como fue, / como
quedó en su día, / sin adornos / aderezos ni faux brillants que valgan. / Nada vuelve y es bueno que así sea: /
la vida en su acabada perfección, / solo eso en el recuerdo es lo que queda “.
Los puentes hacia el pasado son
continuos, como si su lección continua permitiera reformular de nuevo las
preguntas esenciales que permiten crecer. En ese tiempo están los puntos
marcados de una realidad en la que el yo se percibe a sí mismo sin escisiones,
como si se guardaran intactas las secuencias del recuerdo. La conciencia
entrelaza voz elegíaca y sosiego de aceptación. Todavía es posible acotar
instantes plenos de sentido y coherencia, percibir que las jornadas se nutren
de pequeños milagros en los que la respiración se sosiega: “Bien sabes que la
vida nos va dando / en la misma medida que nos quita. / Goza del momento, de
los pequeños, / ordinarios milagros que suceden / de vez en cuando y alguien nos obsequia. / Otros
días vendrán, otros paisajes / de transparente luz y suave calma”.
Con verbo sosegado, Reloj de melancólicos refleja la sensación de callado desgaste que
transmite el tiempo. El destino del existir figura escrito con la levedad de un
rastro de arena. Y el sujeto lo sabe, cuando se mira siente que alguien ajeno
al yo teje y desteje. Pero en esa
evidencia siempre queda un espacio para recobrar la calidez de lo vivido, para
encender la lumbre del ahora y arrimar a su luz nuevos anhelos. Siguen la vida
y la poesía.
El título recuerda un haiku de Cuqui Covaleda:
ResponderEliminarReloj de sol:
Cualquier hora que marques,
es del pasado.
Sí, también un título homónimo de Jon Juaristi; ya sabes que la literatura siempre propicia encuentros y afinidades. La lírica de José Luna Borge tiene un tono intimista que hace de la pérdida evocación y reencuentro. Una oportunidad de conocer a un poeta de intensa creación plural. Un abrazo.
EliminarQué buena mirada y excelente lectura has hecho del libro de Borge. Lo he recibido y me va a mucho ayudar a sacarle más jugo. Muchas gracias. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido Hilario, sabes que José Luna tiende a elaborar un diario sentimental que se aproxima a la pincelada autobiográfica. Yo estoy cerca de su trabajo desde el inicio de su obra y su trabajo es lúcido y cercano. Abrazos.
EliminarLa melancolía, esa emoción especialista en conjugar el pasado perfecto; en el límite, el preludio de una reminiscencia platónica que echa de menos el Edén. ¡Ay, la caída!
ResponderEliminarEl pasado es siempre un tiempo hospitalario, se marcan bien las huellas del regreso y uno recuerda los sitios conocidos, esas puertas que abrieron su luz en días de intemperie. Un abrazo.
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