Luis García Montero. ROPA DE CALLE (Antología poética 1980-2008) Edición de José Luis Morante Imagen de cubierta de José Javier González Cátedra, Letras Hispánicas Madrid, 2011 |
RETRATO DE POETA CON
ROPA DE CALLE
Existe en la conciencia creadora de Luis García Montero (Granada, 1958) una
significativa propensión a hacer de la normalidad un rasgo distintivo. El protagonista
verbal se viste con ropa de calle, rechaza por igual la pretenciosa túnica del
místico y la indigencia de la proclama panfletaria. En su voluntad de desacralización niega
la imagen del vidente y el hacendoso mono de trabajo del realismo sucio. Este respirar no debe interpretarse como defensa de una actitud
acomodaticia sino como voluntad de pertenencia a un vecindario; las palabras suenan en boca del portavoz de una
ciudadanía con la que comparte rasgos cívicos. La premisa toma cuerpo en el repertorio
teórico y en sus poéticas:
Ya
sé que otros poetas
se
visten de poeta,
van a las
oficinas del silencio,
administran
los bancos del fulgor,
calculan con
esencias
los saldos de
sus fondos interiores,
son antorchas
de reyes y de dioses
o son lengua
de infierno.
Será que
tienen alma.
Yo me
conformo con tenerte a ti
y con tener
conciencia.
(“Poética”, Completamente viernes)
El dominio lingüístico del granadino recorre distintas fases matizadas
por la crítica con un etiquetado ya de uso común: la otra sentimentalidad, la
poesía de la experiencia, el realismo singular o el romántico ilustrado. La veta
teórica de “la otra sentimentalidad” surge en Granada en 1983; integran el
núcleo originario Álvaro Salvador, Javier Egea y Luis García Montero; los tres impulsan
el manifiesto donde
pregonan “la radical historicidad del discurso ideológico”. Recuperan el
concepto de sentimentalidad expuesto por Antonio Machado a través del
heterónimo Juan de Mairena: “Los sentimientos cambian en el curso de la
historia y aun durante la vida individual del hombre. En cuanto resonancias
cordiales de los valores en boga, los sentimientos varían cuando estos valores
se desdoran, enmohecen y son sustituidos por otros”. Otro supuesto remite a
Jaime Gil de Biedma: “el poema es
también una puesta en escena, un pequeño teatro para un solo espectador
que necesita de sus propias reglas, de sus propios trucos en las
representaciones”. Es decir, el arte de hacer versos es un simulacro, una
mentira.
Contundente en su definición
práctica, “la poesía de la experiencia” fue una opción estética cuyo nombre
deriva del ensayo de Robert Langbaum The
Poetry of Experience, una indagación sobre el monólogo dramático en la herencia
literaria moderna. Al repasar su quehacer lírico en “Dedicación a la poesía”,
García Montero escribe: “La llamada poesía de la experiencia no surgió de un
deseo biográfico, anecdótico, sino de la toma de conciencia de que la poesía es
un género de ficción, en el que el personaje literario servía para adjetivar
las meditaciones y los sentimientos particulares más íntimos, protagonizando
así un proceso de conocimiento”.
El rótulo “El realismo singular” se emplea al
reflexionar sobre la individualidad y la historia, sobre la imbricación del yo en el espacio social. Para Darío
Villanueva “el realismo constituye una constante básica de toda literatura,
cuya primera formulación se encuentra en el principio de mímesis establecido por la Poética
de Aristóteles”. La recreación de la realidad permite enfoques
diferenciados, abre campo a la respuesta personal y a la perspectiva insólita
que subrayan el carácter de construcción verbal; la voluntad del yo impulsa un
principio activo que trasciende la mera observación. El realismo es una actitud frente a lo real y no un
catálogo de procedimientos de representación; la escritura realista se define
por su apertura hacia lo contingente.
El epígrafe “el romántico ilustrado” conexiona sentimiento y razón y los
convierte en postulados complementarios. La herencia becqueriana se asocia con
la lógica interior de una sensibilidad prisionera de su propio solipsismo; el
individualismo se focaliza como paisaje irreductible; es Antonio Machado el primero en hablar del
tú esencial, de esa otredad complementaria. Para un adecuado desarrollo moral
el sujeto hace suyo el espíritu ilustrado, la melancolía de Jovellanos. El dominio
de la razón plantea la pertenencia al mundo, el contrato social, la necesidad
de la norma,
También resulta válida la denominación
“poesía urbana”; la ciudad funciona como un paisaje escénico del sujeto verbal,
el sitio -Granada, Madrid, Nueva York- pertenece al imaginario callejero de la
palabra; constituye un ámbito afectivo y relacional que hace memoria de lo
cotidiano. No es la nocturna ciudad de Baudelaire, símbolo de soledad y
desarraigo, ni el callejero inhóspito que Rafael Alberti cuestiona porque muda
la identidad del sujeto hasta convertirlo en un hombre deshabitado. Al recorrer
sus calles el yo poético advierte las dudas e incertidumbres del presente, la
defensa de unas convicciones, las huellas de otros paseantes que marcan con sus dudas la conciencia de un tiempo. Como enuncia en el ensayo Los dueños del vacío: “La ciudad se
configura como territorio de la modernidad poética porque es el lugar en el que
se descubre la velocidad, la aceleración de la historia, pero en un movimiento
sin sentido, que separa a la conciencia y sus verdades del trayecto
determinante de los dogmas”
Las etiquetas enlazan su semántica con evidentes signos de continuidad y
explican la gestación de un recorrido pautado, de una sensibilidad sin
disidencias ni quiebras internas. De ahí que el protagonista verbal conserve su
condición en el tiempo y “se considere marxista y pensativo, tiene el carácter fácil, está
muy atado a la vida y cuando le preguntan por su trabajo suele responder que es
profesor de literatura medieval”. Aunque
hay similitudes entre el yo biográfico y el sujeto verbal existe una continua
objetivación de la intimidad. Esa es la lógica del mundo posible que erige el
poema. Con un profundo sentido orgánico,
la escritura propone una indagación que quiebra los márgenes
del yo ensimismado, supera la meditación del espacio privado y reafirma el
nosotros porque es consciente de la necesidad de
resistir aportando su voz al vocabulario social. La palabra poética es un
modo de construir un porvenir habitable.
Síntesis del estudio que abre la edición crítica
de Ropa de calle en torno a la poesía de
Luis García Montero
Muy atento a esta edición, José Luis, el adelanto previo no hace sino ensalivar.
ResponderEliminarQuerido Paco, como eres un excelente catador de estanterías, coincidirás conmigo que Luis García Montero es uno de los itinerarios de interés más recomendables. No solo por su lírica sino también por su vertiente crítica. EL libro supuso un gran esfuerzo personal pero me alegra constatar la buena aceptación entre los lectores. Letras Hispánicas ha hecho una edición excelente, la verdad. Así que muy agradecido. Un fuerte abrazo.
EliminarMuy interesante. Lo he anotado en mi cuaderno de libros. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Begoña, es la edición crítica sobre el poeta contemporáneo de más interés. Luis García Montero tiene la complicidad de muchos lectores y en este libro hay una antología muy amplia de su poesía. Un gran abrazo y muchas gracias por tu apoyo.
EliminarMagnífico poeta ¡Me encanta!
ResponderEliminarA mí también Tracy, una vez más coincidimos; yo he añadido a la antología un amplio estudio crítico y un sondeo biográfico. Y el resultado a la vista: un poeta grande en ropa de calle. Fuerte abrazo.
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