Un fotógrafo ciegoJuan de Dios García Editorial Balduque S. L., Cartagena, 2o17 |
EL MITO DE SÍSIFO
Los dos primeros poemarios de
Juan de Dios García (Cartagena, 1975) -la carta de presentación Nómada y su
segundo paso Ártico- singularizaban un taller de escritura reconocible. Componían un marco imaginativo que hilvanaba con los materiales del realismo una crónica del ahora;
los versos trazaban su caligrafía desde la introspección irónica, con el tono
natural de un sondeo coloquial. Al poeta, profesor y codirector junto a
Ángel Luis Gómez Espada de la revista digital El Coloquio de los perros no le gustan nada las aceras grimosas de
la solemnidad; en cambio se siente cómodo en la interpelación colectiva que
busca el angosto sentido de la vida al paso. Para Juan de Dios García, escribir
es entender; formular en sus horarios más preguntas que certezas, buscar el doble fondo de un
transitar con itinerarios complejos.
Esa sensibilidad expresada en
el primer tramo de su itinerario creador, en el que junto a los dos libros
citados hay que incluir varias plaquettes, cede su idea poética a la nueva
entrega Un fotógrafo ciego, cuidada
con mimo por la artesanía editorial de Balduque. Tal vez sea una coincidencia
sin más, pero a muchos lectores el título les recordará la narrativa de Gesualdo
Bufalino. En aquella novela el escritor siciliano inventaba un protagonista
empeñado en ser espectador, actor y cronista de una representación moral y
metafísica. Y ese enfoque argumental también recubre el epitelio lírico de Juan
de Dios García.
En Un fotógrafo ciego hay una clara apuesta por sacar hilvanes al mito
de Sísifo, a esa voluntad empeñada en hallar
sentido a lo existencial. La vida diaria es un cúmulo de hábitos rutinarios que
reiteramos desde la inercia; hasta que un día el ser dubitativo se sienta sobre
la lógica y sondea cual es el sentido de sus actos sin recurrir al telón
sublime de la trascendencia. De esa capacidad de aceptación propia, cuando el yo se hace consciente de su
circunstancia, nace la idea de sentar en la mesa al absurdo como un invitado
más en la cartografía del discurrir, así que no queda más remedio que buscar la
luz desde el rincón opaco de un fotógrafo ciego.
La poesía de Juan de Dios
García tiene un fuerte sentido aforístico. Así se percibe desde el amanecer de
su entrega. Leemos en “Política”: “La rama terminó por someterse / a la fuerza
del viento. / Ni siquiera causó miedo el primer crujido”. En su desnudez el
poema traza un amplio campo de reflexión. Y esta cualidad de ampliar las sendas
meditativas con mínimos elementos de erudición conforma el ángulo abierto del
poeta. Pero no se monopoliza la estrategia. Queda sitio también para el poema
más narrativo que se desarrolla como un largo fotograma vivencial. De este tipo
hay excelentes ejemplos como el poema “Hipo”, uno de los mejores del poemario.
En él encontramos una voz intimista que clarifica el propio devenir con su
vislumbre de sombras y obsesiones.
El filósofo Rafael Argullol en
su libro “El cazador de instantes” ya ensayó una respuesta sobre la travesía
existencial: “la libertad es saber existir sin que un fin determine nuestra
existencia”. De esa libertad de aceptar el presente como hablan también los
poemas de Un fotógrafo ciego. Juan de
Dios García rescata esas vivencias que invitan a pensar, reconstruye el pasado
y hace de la grisura cotidiana contenido verbal. Así lo corrobora el cierre
mágico del poema “Autorretrato”: Se me hace necesario el arte del insomnio, /
un fotógrafo ciego me dispara. / Vivo en una península, / guardo una ciudad
entera en mi cabeza / y siempre tengo sed”.
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