Artilugios Javier Sánchez Menéndez Takara Ediciones Sevilla, 2017 |
AUTORRETRATO FRAGMENTADO
La escritura de Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964)
agrupa un corpus variado y complejo, aunque en su transcurrir la poesía se
define como cauce central. En 2017 el escritor añade a esta suma de géneros otra
faceta formal, el aforismo, con dos trabajos simultáneos: Artilugios, obra impulsada por el recién amanecido catálogo de
Takara, y La alegría de lo imperfecto,
aparecido en Trea, una de las estaciones aforísticas más consolidadas.
En el punto de intersección entre filosofía y literatura, el
aforismo crece como un prisma en el que se conjuga lo diverso. Así lo constata
el legado de la tradición en castellano al analizar la obra de Antonio
Machado, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín o Max Aub, por citar voces de recorrido
obligatorio. Análoga visión comparte Javier Sánchez Menéndez al configurar sus
entregas con voluntad abierta para que sean testigos del acontecer y reflejos
especulares de la sensibilidad del sujeto verbal.
El primer paso aforístico, Artilugios
hace de su título un recuerdo contundente de Nicanor Parra. Los lectores
conocen el sostenido trasvase textual y las afinidades con el magisterio de la
antipoesía. La denominación no es sino un paso más, un trazo subrayado de
coherencia en los rasgos internos del autor. En el primer apartado la reflexión
se hace miscelánea; en ocasiones exponen los textos el afán metaliterario:
“aforismos: ilusiones momentáneas”, “La poesía es el amor a la lectura”, “en el
mundo de la interpretación el poeta es el oyente”; otra veta a sondear es la
sociología que disgrega el entorno, ya sea literario, político o personal: “Si
en España unes la universidad y la crítica literaria el resultado es peor que
la mezcla de grasa o azúcar”, “En la sociedad actual se potencia, se valora y
se vende todo aquello que no nos haga pensar”, “Lejos es el espacio más cercano
al hombre”, “La incertidumbre provoca brevedad”, “Nadie toca la luz con las
manos mojadas”.
La sensibilidad que aflora en Artilugios
detesta el conformismo y convierte su voz en una leve astilla crítica que
punza la piel de la resignación, que hace de la ironía un efecto verbal
continuado, como quien escribe un manual de instrucciones para vivir en otro
planeta. El pensamiento trasmite la angustia de quien sabe que desde la razón es
difícil juzgar sin cerrar los ojos.
La alegría de lo imperfecto Javier Sánchez Menéndez Trea Ediciones, Colección Aforismos Gijón, Asturias, 2017 |
El aserto La alegría de lo
imperfecto estaba en los textos de la primera salida aforística, “Artilugios”,
que aquí se constituye como sección inicial. La circunstancia clarifica el hilo
entre ambos libros, ya que las reflexiones en primera persona no son sino
expresión de la identidad y de su manera de mirar alrededor, no tanto desde el
sentido práctico de quien se abre paso en una realidad tangible sino en los
senderos azarosos del verbo conceptual. En ella quedan claros las superficies
reflexivas que agitan las ondas del pensamiento: la literatura como ocupación
fundacional del yo, el sujeto individual y sus enlaces sociales y ese puñado de
certezas que nos conceden claves de uso para acceder a lo diario.
El cuerpo central del libro reactiva la pupila ética, aunque nunca de
forma monolítica; compendia frases
vinculadas a la dermis social del presente e indaga en esas cicatrices que
dejan en la mirada un poso de melancolía: “vivir es como naufragar, pero sin
agua”, “nunca existe el mañana si no crees en el hoy”, “El precio de la
libertad es la soledad”…
El apartado de cierre, “Vanidad” supone una variable formal, ya que la
frase incisiva habitual en el discurso fragmentario se sustituye por un
pensamiento en torno al espacio oscuro de la egolatría, aunque persiste la
dicción precisa y el esqueje irónico.
El aforismo actual se ha hecho visible y mantiene un ajetreado
peregrinaje de practicantes; su expresión paremiológica multiplica entregas,
muchas de ellas triviales y anecdóticas. Las dos salidas de Javier Sánchez
Menéndez, Artilugios y La
alegría de lo imperfecto permiten una adecuada valoración crítica. Ambas
comparten una mecánica similar: frente
al oropel deslumbrante de los adjetivos
prefieren la palpitación serena de la frase que busca aprehender la
realidad con la paciencia de un corredor de fondo. Para no perder aliento, para
seguir caminando en ese círculo de
incertidumbres que abre a trasmano la personal travesía vital.
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