Mientras me alejo Karmelo C. Iribarren Prólogo de Luis Alberto de Cuenca Visor, Poesía Madrid, 2017 |
PASOS A DIARIO
Frente al ideal romántico de la imaginación en vuelo, la realidad
despliega su conciencia de existir a ras de tierra, hecha de contradicciones y
asimetrías. Y éste es el decorado habitual que recrea la escritura de Karmelo
C. Iribarren (San Sebastián, 1959). Desde Bares
y noches, muestrario de amanecida editado en 1993, el poeta ha firmado once
libros de poesía y ha reunido sus composiciones en antologías como La ciudad, el volumen Seguro que esta historia te suena, que
integra la poesía completa escrita entre 1985 y 2012 y anticipa numerosos
inéditos o la selección más reciente, con prólogo de Luis García Montero, Pequeños incidentes; además ha explorado géneros con una saludable indefinición semántica
como la autobiografía y el aforismo. En todas estas facetas creadoras se
percibe una poética estrictamente personal, definitoria de un verbo individual,
aunque claramente enmarcado en la línea realista. Así lo constata, al perfilar
la sensibilidad del poeta, Luis Alberto de Cuenca en un prólogo sin arabescos,
en el que resulta palpable su disponibilidad afectiva hacia los logros
literarios del donostiarra: “Este nuevo libro de K. es tan sabio, sencillo,
efectivo y emocionante como los anteriores. tal vez tenga un sabor otoñal que
se deriva del paso de los años, pero eso es lo normal cuando escribimos desde
la certeza, siempre agobiante de que nos queda menos tiempo, de que vamos
haciéndonos mayores”.
Los breves poemas de Mientras me
alejo trazan una semblanza, una “foto de carne” del protagonista verbal,
cercano y reconocible en sus actos cotidianos, que siempre adquieren una
perfecta verosimilitud. Desde esos posos de verdad nos llega la crónica
personal de un sujeto sin épica, que comparte con el lector la condición de hombre
común y que se muestra tal cual es en sus palabras con la apariencia laboral del paseante cercano con quien compartimos un microrrelato, un incidente sentimental, una anécdota
contada con escasa voz que corrobora los efectos secundarios del estar de paso.
Desde ese patrimonio sosegado que nos deja en las manos las sombras del
tiempo, sin ceremonias, casi inadvertida llega la conmoción del poema, como un
soplo de aire todavía fresco, como el destello de una memoria selectiva. El
tiempo se aplica en su discontinuidad natural de abrir los sentidos con
impresiones sedentarias.
Se ha dicho con frecuencia que el sistema poético de Karmelo C.
Iribarren busca una expresión subjetiva y confesional a partir de unos puntos
cardinales como el amor y los sentimientos, la visión del mundo a través de
rostros anónimos que miran la vida con las manos en los bolsillos, o el fluir acompasado del recuerdo.
En el ahora, nada es extraordinario; y sin embargo su inmediatez es
punto de concurrencia para una meditación inagotable. Sin afectaciones, la
escritura se hace reflejo de una realidad cuyos límites moldean el azar y la
incertidumbre; todo es rutina, pero todo es aleatorio y propaga el temblor de
lo desconocido.
Al hilo del reconocimiento público que ha adquirido en los últimos años
la poesía de Karmelo C. Iribarren, el poeta podría haber optado por la mutación
drástica y por los insistentes renuevos de la moda. Sin embargo sus poemas solo
aspiran a presentarse con la cara de siempre, limpia, escéptica, algo
crepuscular, sin maquillaje, acaso solo tras unas gafas de sol que conceden cierto cobijo anónimo, que le dan un aire de individuo enigmático, de alguien que
sabe mucho de la vida.
Buena reseña, José Luis. De este libro tan honesto con la propia voz poética de uno de nuestros poetas más reconocibles y necesarios publicaré reseña en los próximos días.
ResponderEliminarUna buena iniciativa, querido Pedro, y me alegra coincidir una vez más con tu sensibilidad crítica. A menudo se tiene una impresión sesgada sobre la difícil sencillez lírica de Karmelo C. Iribarren, como si la calidad fuese un taller alquímico repleto de palabras solemnes. La poesía del donostiarra está llena de vida y es un placer adentrarse en sus versos. Un fuerte abrazo, amigo.
Eliminar