Playa Morro de Gos (Oropesa del Mar, Castellón) |
UNA CONVERSACIÓN A PIE DE MAR
Tasio Luna
Los días de verano se
hacen sinónimos de libros y viajes. De maletas abiertas…
Así es, resulta
difícil no practicar ese turismo estival que viene y va por la línea de costa.
Todos protagonizamos esa búsqueda continua de un rincón hospitalario en el que
todavía hay sitio para el sosiego y la
tranquilidad de espíritu.
¿Qué lecturas te
aguardan? ¿O prefieres desconectar, como los que se someten a una cura
depurativa?
Los libros abiertos son una necesidad interior, de la que no
se puede prescindir; cambiar de sitio no significa cambiar de identidad sino
hacer de la rutina un paréntesis de tiempo que ahora completan otras
actividades como el paseo, la natación o la mirada al entorno, siempre
colorista como un mercadillo municipal. No necesito dietas depurativas sino seguir con las actitudes de siempre, lo de las dietas milagrosas es beatería publicitaria.
¿Y es posible seguir
bajo la sombrilla polémicas como la generada por la Real Academia al incluir en
las normas de uso nuevas palabras?
Claro, las redes
sociales son pancarteras y chillonas. Y hasta aquí llegan
sus convulsiones. Como me sucedió con los acentos en su día, la admisión de
vulgarismos como si fuesen logros populares, me parece un error y una pésima
decisión colegial. Si los que usan el vocabulario como un estropajo son los que aconsejan renovar la superficie azul del diccionario estamos listos...
¿Qué géneros y qué
títulos tiene elegidos como lecturas de verano?
Practico el
monolitismo lector con la poesía. Llevo muchos años con el poema como compañero
habitual y el hábito se ha fortalecido. Leo muy pocas novelas al año, en
cambio, suelo leer a diario un libro de poesía. Conmigo han viajado las últimas
entregas de Alfonso Brezmes, Luis Arturo Guichard, Pablo Fidalgo Lareo,
Francisco Onieva, Javier Sánchez Menéndez… Un maletín de versos al sol.
¿Y encuentra en la
playa el tiempo lector adecuado?
Bueno, no siempre, las mañanas playeras son ruidosas y superpobladas como una galería con aire
acondicionado. Así que me levanto temprano y hay un par de horas que invitan al
sondeo ensimismado de la palabra. Después me dejo llevar por la inercia de los
sentidos, lo que me invita a empezar el libro tras cada interrupción lectora…
Acabo concluyendo que mis rutinas diarias son igual de plácidas que la estancia
en la costa. El mejor viaje es el de regreso y ya me está esperando la
buhardilla.
Tasio Luna, Oropesa del Mar, 2017)
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