Esto temía, esto deseaba Pablo Fidalgo Lareo Pre-Textos, Poesía Valencia, 2017 |
PRECISIONES
El escritor retorna
a la poesía con Esto temía, esto deseaba,
una compilación de poemas donde la memoria desempeña un papel vertebrador y
hace suyo aquel pensamiento de W. Faulkner: “Porque el que puede actuar, actúa.
Y el que no puede y sufre profundamente por no poder actuar, ése escribe”. De
esta forma el poema se convierte en el mejor contacto con la irrealidad, ese espacio habitual de la incertidumbre.
Con una organización muy definida, esbozada en tres tramos y un epílogo, Esto
temía, esto deseaba se abre con un largo soliloquio en el que la voz
recupera, desde la soledad y el extrañamiento, algunas circunstancias biográficas
que marcan una forma de entender el discurrir. Solo un poema, “Un
año sin volver a casa” contiene el apartado inicial. El sujeto poético recrea
su paso transitorio por sitios que despiertan el recuerdo del lugar propio.
Estar fuera es acordarse de la disposición de la costumbre y de la calidez de
aquellos espacios que forjaban con el yo una relación de pertenencia. Desde ese
sondear introspectivo nacen las interrogaciones que ayudan a entender las razones
del ahora.
Esa
ruptura con los muros del cobijo deja en las palabras una sensación de desgarro
que está presente en los textos de la segunda sección “Mezzogiorno". Lo que fue
permanece como restos de una arqueología personal que muestran las razones del vencido. Hay que recomenzar para encontrar la luz
del mediodía. Vivir en otro sitio es moldear hábitos y especulaciones, hacer de
otra cartografía un río navegable y un patrimonio concreto. El protagonista
recrea el hábitat elegido en el barrio de Santos de Lisboa; su historia y
sus circunstancias invitan al asentamiento en esta nueva orilla: el barrio es
un equipo de fútbol y los gestos colectivos de aquella Revolución de los
claveles del 25 de abri. Es también la costumbre de reiterar gestos que
recuerdan al yo su extrañeza y su vivir al margen, como si fuese un nómada que necesita hacer de cada paso una raíz. Pero no es fácil
borrar la condición de extranjero, hacer que la ciudad difumine distancias y que
las calles reconozcan los propios pasos. Perdura la sensación de que la
identidad se ha forjado a golpes como un boxeador tocado que se mueve contra
las cuerdas. Encajar es revisar la propia biografía; explorar en ella oquedades
y cicatrices, borrar tristezas pequeñas para que no lleguen a
ser tristezas absolutas.
Las palabras dan voz a un personaje que entra en escena para construir
un papel a trasmano de lo previsible; la historia personal pertenece al pasado,
se desgajó como una rama seca que mudó afectos, alargó lejanías y dejó en las manos una separación
dolorosa. Los poemas devienen casi anotaciones de un diario interior que habla
de soledad y desencuentro.
La voz de Pablo Fidalgo Lareo suena con la sinceridad de quien escribe
una confesión íntima. Moldea palabras que necesitan precisar aquellas vivencias
marcadas por un estar trasterrado en el que se improvisa el oficio de vivir,
esa melancolía donde la piel es intemperie.
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