Elegías de Duino Rainer Maria Rilke Versión al castellano de Juan Rulfo Sexto Piso Poesía Madrid, 2015 |
DESTINO DE POETA
Rainer Maria Rilke (Praga, 1875- Montreux,
1926) asumió su destino poético como una imposición pactada con el yo y libre de cualquier obligación contingente.
Vivió el quehacer escritural con tenacidad monocorde en un periplo biográfico
que concluyó a los 51 años, víctima de la leucemia. Su obra adquirió pronto
valoración en toda Europa; en España los poetas de la generación del 27 fueron
lectores tempranos y reconocieron su magisterio.
En el trayecto de Rilke las Elegías de Duino ocupan un espacio
central. Ahora aparecen en castellano en la versión realizada por un nombre
cimero, Juan Rulfo, el autor de Pedro
Páramo y El llano en llamas. Una
nota final comenta las especiales relaciones del novelista y los poemas y los
diferentes materiales que propiciaron esta versión, acaso, la más atinada por
cuanto promueve junto al espíritu del texto un asentimiento del aliento
creador.
La opción poética de las Elegías de Duino ahonda en el
esteticismo cognitivo; su avance hace de la belleza presencia tutelar de la que
el hombre en vela se hace testigo e intérprete. El ángel es símbolo de esa vida
interior que emprende un largo recorrido introspectivo. Desde ese estadio
interior percibe el acontecer de lo sagrado.
El poeta inicia su primera elegía en 1902 en
el castillo de Duino, bajo la aristocrática protección de Marie Von Thurn und
Taxis-Hohenlohe, a quien dedica la obra, y proseguirá su escritura durante una
década, con amplios intervalos entre las diferentes partes. Cada elegía impulsa
“el puro movimiento del espíritu”, un moroso vaivén entre pensamientos y
sensaciones que se va dispersando en un amplio movimiento expansivo. El ángel
es un elemento imaginario clave que admite un incansable proceso
interpretativo, aunque cada una de las elegías aborda temas diferenciados.
Es conocido el posible aporte de la
tradición mística, de los textos de san Agustín y de los esquemas mentales que
proporcionan algunas representaciones escultóricas y pictóricas para explicar
el origen del ángel como un espíritu fuerte, una energía transformadora y libre
de condicionamientos humanos, como personificación de un grado superior del
ser.
La poesía se convierte así en una visión,
una iluminación idealizada que busca sentido al sujeto, más allá de la realidad
sensible. La lírica supera la condición escindida del hombre, escucha lo
transcendente y configura un espacio donde el hombre encuentre protección y
refugio.
Los amigos que recorren conmigo estos puentes de papel saben que la relectura es una necesidad personal a la que me aplico con frecuencia. De este modo, algunas reseñas son conocidas por haberse publicado en el blog o por integrase en las páginas de revistas como CLARÍN, ÍNSULA o TURIA, por citar solo algunas muy conocidas. Por otra parte, nunca viene mal y alejarse de la actualidad inmediata del escaparate cultural y hablar sobre libros perdurables como esta edición de Rilke que tiene el añadido de un traductor de primera, Juan Rulfo.
ResponderEliminar¡Vaya estoy de suerte!, llevo días seguidos con autores de mi cuerda y te agradezco que vuelvas a Rilke, que es un de ellos.
ResponderEliminarEs tiempo de balances y recuperaciones, Tracy; ya estoy en esa etapa donde lo nuevo no tiene el valor añadido de la felicidad lectora que he encontrado en las voces del tiempo. Vuelvo a Rilke y vuelve tu amistad; así que el día se presenta con una sonrisa en flor.
EliminarLas relecturas ofrecen, en ocasiones, nuevas visiones sobre lo ya conocido. Gracias, José Luis, por esta reseña sobre la traducción de Juan Rulfo, que no conocía.
ResponderEliminarRilke, el poeta que amaba el silencio y la soledad; que odiaba la música, hasta que escuchó la "Missa solemnis" de Beethoven, como voces que procedían de ángeles. Esos ángeles cuyo significado, me descubres ahora con tanta claridad. Gracias, José Luis. Gracias siempre. Abrazos.
Gracias por tu cariño, María. Rilke obliga a la relectura porque su poesía se afana en lo trascendente. Exige oír el silencio. Un fuerte abrazo por este camino común en el que pones tantos pasos, tanta vida, tanto afecto. Besos.
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