Tiempo escrito Antonio Merayo Danime, León, 2017 |
AFORISMOS DE OTOÑO
A nadie se le escapa el tiempo de esplendor que vive el aforismo
contemporáneo. La salud juvenil del género invitaría a algunas consideraciones
previas sobre esta eclosión desmesurada de la brevedad, pero no es el momento
para tal debate sino para centrarse en la nueva puerta que abre en su escritura
el leonés Antonio Merayo (Corullón, 1949). Incansable activista cultural, el autor ha propiciado proyectos que ya son pie de página del tiempo como
la revista de poesía Alcance, o la
tertulia Sándalo; es protagonista, además, de
una dilatada obra inédita, ahora en vías de publicación, ya que se anuncia la
salida en breve de una compilación de relatos y de un libro de poesía y ha
divulgado sus creaciones en numerosos libros colectivos.
En Tiempo escrito Antonio Merayo
selecciona una amplia muestra aforística que hace del decir conciso expresión
de una ética; por tanto, la entrega se define como una novela coral que explora
los contraluces fatigosos de nuestro tiempo. Los amantes del género saben, como
decía Pessoa, que cuando viajamos no se describe lo que vemos sino lo que
somos. En el cultivo paremiológico sucede lo mismo; los aforismos no son sino
derivaciones escuetas de un paisaje interior que va mostrando rincones del yo
para establecer la senda caligráfica del tiempo.
Un elenco de citas clásicas precisa el contorno semántico de un género
de límites diluidos, donde es perceptible la aleación entre pensamiento y
filosofía. Con ambas disciplinas se contruye una arquitectura verbal
fragmentaria que amplía su campo de interés a las contingencias del sujeto y a
la cartografía de un entorno cambiante que respira habitado por un
existencialismo colectivo.
Antonio Merayo busca un tono
narrativo que enuncie de forma directa, sin interrupciones digresivas; de este
modo la frase llega al lector con el deje manifiesto de un pensamiento cerrado,
sin líneas colaterales ni personales secundarios que inspiren nuevas historias.
Hay pinceladas poéticas: “El corazón del aire son los pájaros”, “una flor es el
aforismo de la naturaleza”, “Ser aire, para que tú me respires”, “Los pájaros
convierten su canto en luz”; y hay una continua peocupación por el sentido de
la escritura: “Escribir y leer ayuda a descubrir cómo somos, cómo no somos, y
cómo podríamos ser”, “Lo más profundo se ve con los ojos de la inteligencia”;
“Somos nuestra interpretación de la realidad”, “Es necesario escribir sin red
para que surja la verdadera emoción”, “Si no encuentras la puerta, inventatela”.
Pero el escritor no duda en afrontar el otoño de la incertidumbre que despliega
un tiempo colectivo que ha ido erosionando en su discurrir la calidez de muchas
ilusiones: la política está contaminada por una nube tóxica que hace de su
práctica un inventario de intereses particulares. Sin embargo, Antonio Merayo no cree en el sarcasmo y su mirada crítica se protege con frecuencia con el
sentimiento irónico y con un escepticismo saludable que también afecta a los
pecados capitales del yo, a esos sujetos que se miran en el espejo de la
vanidad o la mentira…
No hay imperativos urgentes sino
itinerarios desplegados hacia la política como engarce social que afecta el
discurrir colectivo.
En los aforismos de Tiempo escrito se percibe el patrimonio cognitivo de quien vive la vida , no con la
aceptación resignada del sujeto pasivo, sino con el modesto esplendor de la
inteligencia, con la certeza de quien sabe que la existencia reparte a manos
llenas conocimiento y experiencia, esa entera verdad del tiempo que se escribe
para dar fe de vida.
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