Pétalos (Navadijos, Ávila, 2017) Fotografía de José Luis Morante |
Solía agarrarme a las
ramas del ensimismamiento, silencioso y ausente, como quien cruza espejos. El
maestro insistía en llamar mi atención con aspavientos teatrales, hasta reconocer lo inútil de su empeño; entonces proclamaba en voz alta que yo era un raro,
una cabeza torpe empeñada en plantar rosales árticos. Indeciso y sin brújula,
yo regresaba a casa. Solo mi madre mostraba desacuerdos con el juicio docente.
Me exilaba fuerte entre sus brazos y alborotaba alegre mi flequillo. Después se perdía en el
mediodía incierto de lo diario o pasaba las horas en el patio, deshojando
pétalos de luz.
(Del libro en preparación Cuentos diminutos)
Muy hermoso cuento.
ResponderEliminar¡Feliz semana!
Muchas gracias por tu benevolencia, Gabriela, viajo y llevo en la maleta ese cuaderno de campo de lo diario. Es siempre fértil, sobre todo en estos tiempos que hacen de la rareza una estrategia de supervivencia. Los ritmos de trabajo siguen con fuerza. Espero. Abrazos.
EliminarQué bonito y tierno, me encantó.
ResponderEliminarGracias, Tracy, confieso que esta vez mi escritura era un callado homenaje a lo emotivo. Un abrazo.
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