Siglo XXIII Álvaro Guijarro Ediciones de la Isla de Siltolá, Poesía III Premio de Poesía joven Antonio Colinas Sevilla, 2017 |
PRESENTE, MAÑANA
Casi siempre que se presenta una antología deja una estela de nombres
propios que no tardan en abandonar la foto de grupo para definir su
singularidad creadora. Álvaro Guijarro (Madrid, 1990) forma parte de dos propuestas colectivas, Tenían veinte años y estaban locos (2011),
muestra coordinada por la poeta y editora Luna Miguel, y Los poetas de la senda (2014), selección de Chema Rubio que
tuvo como detonante inicial un homenaje
a Miguel Hernández, y es autor de
un puñado de títulos de poesía, TránsitO,
Colorofilia, La postpunk amante de Tiresias, María
Eugenia y Poliedro. Además
completa su estela creadora con la imagen fotográfica y colabora con frecuencia
con poemas en revistas digitales.
Con un título que sugiere futurismo y espera, Álvaro Guijarro reúne en Siglo XXIII casi una treintena de poemas
que abordan una indagación en el tiempo. Su mirada no es complaciente ni tiene
la sosegada cadencia de lo previsible. El poeta prefiere el ritmo fragmentado
de lo discorde para alumbrar una cosmogonía doméstica que se va construyendo
con percepciones difusas y elementos contradictorios que apenas se integran en
el pensamiento, como un trazo caduco y destinado a la disolución.
El poema entonces no se recrea en la descripción de un entorno habitual
sino en una instantánea extraída de cualquier retina visionaria. Ya no hay
paraísos perdidos sino itinerarios existenciales sin brújulas que marquen el
norte que apenas entienden la relación de causas y efectos que proponen los
días.
La composición homónima condensa la pulsión general del poemario. Los
versos de “Siglo XXIII” reconstruyen un ambiente de soledad en compañía, hecho
de ruidos e interferencias. El entorno se muestra caótico e inaprensible. Está
ahí, obligando al sujeto verbal, a captar sus fisuras y sus huecos, como un
escaparate que se muestra ante el pensamiento.
Esa percepción de lo cercano nutre el sentido
crítico de poemas como “Generacional”. La experiencia directa suscita un
conocimiento de primera mano de la fragilidad de aspiraciones y utopías. El
tópico desenlace de tantos sueños es la umbría de cualquier vertedero. En
“Crónica del término medio” se abren los claroscuros existenciales de la
incertidumbre, y en “La potencia del presente” habla un escepticismo que toma
el pulso al desencanto, como si al desvelar su esencia quedase al descubierto
su vacío.
La poesía de Álvaro Guijarro busca la diferencia. Es subjetiva y
filosófica en la percepción de conexiones entre realidad y lenguaje. Nunca se
recluye en el habitual propósito comunicativo ni en el lirismo atardecido de la
complacencia sentimental. Los poemas indagan itinerarios apenas insinuados por
el criterio personal. En el panorama renovado de voces emergentes la potencia
verbal del madrileño pide turno mientras disecciona y experimenta, camina sobre
el filo del sentido y la sugerencia del ángulo muerto.
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