Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) Fotografía de Lara Sánchez |
TRILOGÍA
DEL DESEO
La poblada salida de emergencia de la poesía asturiana más joven está
representada en sumas como Siete mundos. Selección de nueva poesía, coordinada por Carlos
Iglesias Díez y Pablo Núnez, y Mucho por
venir, una muestra consultada de la lírica norteña entre 2008 y 2017,
alentada desde la revista “Maremágnum”. Aunque son recuentos parciales y no
siempre acogen a las propuestas de mayor interés, las amanecidas literarias poco
a poco se abren paso en editoriales de escasa difusión que sin embargo cumplen
un eficaz papel de estreno, junto a revistas que anticipan poemas de obras
en curso.
A este devenir incansable se suma Miguel Ángel Gómez
(Oviedo, 1980), Licenciado en Filología Hispánica y Máster en Formación
del Profesorado, quien publicó muestras de su incipiente trayectoria poética en
las páginas de Anáfora, Clarín, Maremágnum o en la revista digital mexicana Círculo de poesía. El escritor además ha conseguido varios premios en certámenes literarios de poesía y prosa.
Cultivador de formas breves, como el haiku y el aforismo, y autor de trabajos críticos, Miguel Ángel Gómez impulsa su carta de presentación Monelle,
los pájaros (Los Libros del Gato Negro, 2016) y en muy poco tiempo suma otros dos títulos, Lesbia, etc, y La polilla oblicua. Las obras aportan tramas temáticas similares,
componiendo de este modo una trilogía. El título auroral induce a pensar en un
claro homenaje al simbolista francés Marcel Schowb. Los poemas muestran los primeros
rasgos estéticos al buscar en la cartografía de la memoria una
indagación evocativa que hace del pasado un tiempo de pérdida y finitud, pero
también raíz fortalecida del ahora. En la voz autoral, la protagonista directa,
Monelle, es “una nínfula de bosque que ilustra pájaros y toca el piano
clausurado y tránsfuga de su propio estudio”; una identidad imaginaria hecha de
obsesiones y sueños.
Presentado en Gijón, tras ganar el Premio Cálamo de Poesía erótica, Lesbia, etc (Cuadernos Cálamo, 2017) difunde una voz lírica directa,
que hace del paso natural del verso un diálogo asentado entre conciencia y
deseo. El pensamiento busca en sus
repliegues los trazos de una muchacha atemporal, acaso una reencarnación de
Lesbia, arquetipo clásico de belleza y libertad sexual, cuya capacidad de
seducción enamoró a Catulo y a otros tantos amantes de la antigua Roma,
provocando los prejuicios sociales de su tiempo.
Miguel Ángel Gómez deja ante los ojos de las palabras una sombra que
aleja la belleza invernal para poner rescoldos en la noche, para abrir una
herida que no cierra hecha de desnudez y miradas.
El trabajo de cierre, La polilla
oblicua, (Bajamar Editores, 2017) contiene un título simbólico que incita a la digresión semántica.
La polilla define a distintos insectos, sobre todo a esas mariposas nocturnas
que buscan en su vuelo los puntos de luz; pero también denomina al poder
destructivo y la invisible capacidad de erosión que sufren maderas, tejidos y
otros materiales de textura blanda. El sugerente sustantivo podría asociarse al
deseo que busca disolverse en una suerte de devastación interior. Los poemas
aluden a un erotismo cerebral que aflora y da voz a la conciencia. El sujeto
verbal expande su fluir interior en un ensimismado soliloquio que lo define
como un personaje narrativo.
En los poemas sobrevuelan abundantes referencias culturales, como si
fueran indicios de magisterios literarios, o simples restos de algún sueño, o
incluso habitantes lejanos en la coreografía visual de la memoria. Un aspecto a destacar de este libro es la convivencia formal del haiku,
los poemas en prosa y las composiciones en verso libre; son formatos que se
integran en un discurrir verbal siempre abierto a la variedad de motivos.
La estética que difunde esta trilogía hace del proceso versal una
búsqueda continua de sustratos reflexivos. Entrelaza magisterios dispares
-Bukosski, Alejandra Pizarnik, Chantal Maillard, o Leopoldo María Panero- para
dar cauce a un decir visceral, de clara proximidad al prosaísmo, a
veces enigmático en su significado, pero siempre comprometido con la realidad,
una realidad umbría y gris que necesita coordenadas imaginarias y amanecidas sin
horarios, para que la razón no permita el bostezo.
Mi gratitud por la imagen fotográfica de LARA SÁNCHEZ, en la que se dibuja con gratísimo trazo la personalidad del escritor. Me ha parecido más atinado la foto personal que la reproducción de las tres cubiertas que conforman la trilogía del deseo impulsada por Miguel Ángel Gómez. Lo dicho, Lara, un solidario abrazo y mil gracias por tu cercanía.
ResponderEliminarA Miguel Ángel lo conozco personalmente José Luis y este viernes espero verlo y charlar con él en la presentación aquí en Oviedo de su "Lesbia, etc". Ha tenido la amabilidad (siempre lo es) de enviarme dos libros suyos, así que nos hemos intercambiado Poesía (yo le he enviado mi "manzana"). Tengo pendiente el introducirme de lleno en sus versos pues sé, por lo poemas suyos que leo en Facebook, que no es una Poesía de fácil lectura (o así me lo parece a mí) y que necesitaré un poco de reposo para ella.
ResponderEliminarGracias, siempre por compartir y guiarnos en las lecturas José Luis. Besos!