Pulsaciones (Antología poética, 1990-2017) José Luis Morante Prólogo de Rosario Troncoso Takara Editorial, Colección Wasabi Sevilla, 2017 |
CARTOGRAFÍA DE LA MADUREZ
Envejecí de golpe y cayeron las piedras
OSWALDO FLORES
El poeta de Aguilar de la Frontera Vicente Núñez, tan aficionado al
sofisma, escribió: “Cualquier lectura de un texto es válida. Excepto la de su
autor”. Es una afirmación contundente que en mi caso invita al desconcierto.
Defiendo exactamente la postura contraria: “El poeta es el primer lector de su
poesía. Conoce la raíz de cada verso y las observaciones particulares de su
contingencia”. Como admiro la obra del cordobés, mi disentimiento busca de
inmediato entre ambas opiniones polares un ecuador conceptual, un eje de
simetría en el centro: “Cada lectura es válida en sí misma; aporta una
respuesta más, un reflejo, una certidumbre”
Quien recorra los poemas de Pulsaciones percibirá que esta
recopilación, respetuosa con la cronología editorial de mis libros, se apoya en
unos pocos núcleos de fuerza. Recalca, con acierto, esta opción el prólogo de
Rosario Troncoso, poeta y editora de la antología. La concepción existencial
del sujeto poético muestra vínculos con el discurso de viva voz del tipo humano
que protagoniza el andar biográfico. No hay despersonalización de la
trayectoria vital; cultivo la dinámica continua de un aprendizaje que ha
superado esa confrontación romántica entre escritura y vida. La identidad no es
una aleación momentánea. Tampoco es un sendero lineal la expansión hacia el
otro.
Desde el título, las composiciones de Enemigo leal cobijan una ironía sutil que desaloja afirmaciones
serias y literales; escribí ese libro en un momento de desencanto. En ese marco
buscó sitio una relación social apelmazada que, poco a poco, fue encontrando su
estación final. Quité sentimentalismo de aquella fractura afectiva y acepté que
la amistad tiene una naturaleza efímera y tiende a diluirse en el tiempo.
Me gusta pensar que el tipo humano que habita mis poemas se inserta en
un paisaje cultural; forma parte de una tradición de valores que debe perdurar
en la degradación. Abundan las composiciones que sondean la cualidad ética de la
escritura. El poeta está inserto en un marco histórico y sus enunciados definen
un paréntesis cronológico; adquieren, por ello, el carácter de una
representación.
Toda antología personal supone un deslizamiento de onda variable. En
esta superficie de abarcable diversidad el motivo amoroso constituye un núcleo
central. El amor es un cristal- transparente o con niebla- que deja a
descubierto el lenguaje contradictorio de la realidad. Entre la plenitud y la
ausencia han ido escribiéndose los
poemas de la noche en blanco y Ninguna parte.
Los poemas finales acogen una poesía de madurez que tiene un carácter
más intimista y simbólico. Ellos ponen materia a un ideario estético que no es
sino un puñado de certezas con límites difusos. Mis poemas hablan de mí; son
textos domésticos, si los dejo en la calle vuelven solos a casa. Buscan sitio
en el lugar de siempre, ese rincón llamado yo.
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