Carmelo Chillida Fotografía de Venezuelan Press |
IDEARIO POÉTICO DE CARMELO CHILLIDA
Aunque es tierra firme que la poesía es un fin en sí misma y no tiene
otro afán que buscar, desde el lenguaje, la verdad, y la belleza, esto no
significa decantarse por los postulados teóricos del arte por el arte, tan
gratos a Victor Cousin, Théophile Gautier y tantos epígonos tardíos del
idealismo kantiano. Como sustrato expresivo concreto, el texto puede ser un
instrumento que interaccione realidad histórica y sujeto. Una larga tradición
en el tiempo afianza la tenaz voluntad de entender ese deseo de transformar el
espacio colectivo a través del poema. Pienso en Bertold Brecht, César Vallejo,
Pablo Neruda, Maiakovski, Roque Dalton, Rafael Alberti, Mario
Benedetti, Ernesto Cardenal, Rafael Alcides, Heberto Padilla o Juan Gelman… Y pido disculpas si el inventario es excesivo.
La palabra poética expande su geografía
creadora para abrazar la polémica política a través de una representación
figurativa, repleta de densidad significante. El sujeto verbal se hace
cronista, adquiere una perspectiva diferente, busca líneas, registra y anota en
el papel; asume la tarea de dar voz al espacio colectivo y hace de la denuncia
la zona medular del poema.
No se trata de pronunciar un
discurso mesiánico, declamatorio, pronunciado sobre el lodazal, sino de
construir un lugar compartido en el poema. Lo explícito se enriquece a partir
de vínculos difuminados que requieren un desvelamiento de claves para que la
lectura del lenguaje simbólico tenga una potestad efectiva.
Exacerbado y juez, Platón propuso expulsar a los poetas de la república,
por ser elementos perturbadores que interfieren en la convivencia cívica. La
poesía política, cuando no se enturbia por una monocorde propaganda ideológica,
guía los pasos del regreso, da visibilidad al hombre de la calle. Tras el
retorno de la palabra poética a la ciudad de todos, el acontecer respira en común. La
normalidad se hace cronología para que el protagonista poético sea una
presencia activa, capaz de forjar el destino de su ser subjetivo. El lenguaje
olvida el vuelo transcendente para asumir una conversación desde la
interioridad.
La poesía es una vía de acceso,
una sutura en el fondo invisible, una incisión en lo aparente. Así lo constata
Roberto Juarroz en uno de los fragmentos de “Realidad y poesía”: “El poeta es
un cultivador de grietas. Fracturar la realidad aparente o esperar que se
agriete, para captar lo que está más allá del simulacro”; el poema deviene
entonces “una soldadura de huesos y ruinas”.
Carmelo Chillida aspira a que el ideario poético supere el angosto
espacio de la simple etiqueta conceptual para abordar el hecho literario como
experiencia desacralizadora. Para ello fusiona dicción hablada y lenguaje
poético. Frente al aura sagrada del vate sacerdotal personifica el poeta
terrestre, asentado en la contingencia histórica, sin iluminaciones ni
contactos con lo sublime. Sabe que todo es efímero, lo que nos hace transitar
los espacios de la memoria y lo que se convierte en materia de observación,
pero sabe también que la poesía es lo social como compromiso. No cree en el
tópico del intelectual encerrado en la torre de marfil de su pensamiento. En
cada sujeto conviven lo privado y lo público y es un estímulo de la vida diaria
alentar estrategias de convivencia entre ambos espacios. Solo la superación del
ego subjetivo revaloriza la utopía, nos hace protagonistas en el escenario de
lo histórico. Somos individuos solidarios. Todo yo es otro.
Para todos los amigos lectores, el poemario de Carmelo Chillida "Rojo como la cabeza de un fósforo" se presenta en el Centro de Arte Moderno (Madrid, Calle Galileo, 52) el míercoles 17 de octubre de 2018, a las 19, 30 horas. El evento contará con la presencia del autor, carmelo Chillida, del editor de Kalathos, David Alejandro Malavé y yo seré el encargado de reflexionar sobre el ideario poético y sobre esta entrega.
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