Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, 1939) |
ELEGÍA POR ANTONIO MACHADO
22 de febrero de 2019
En el 80 aniversario de su muerte
En el 80 aniversario de su muerte
El 24 de noviembre de 1936, ante el avance de los golpistas hacia
Madrid, capital de la II República y objetivo prioritario de Franco, un grupo
de intelectuales es evacuado hacia Valencia. Uno de los desplazados es el poeta Antonio
Machado, quien ejercerá de portavoz del agradecimiento colectivo ante el afán heroico de la Junta de defensa.
Republicano por tradición familiar, vivió con alborozo el bienio progresista y
se involucró en escritos, homenajes y actividades de apoyo cultural. Vive una situación familiar compleja. Atrapado
en Burgos, su hermano Manuel poco a poco se convertirá en benevolente cantor de
los militares rebeldes; esta incidencia afecta al poeta que, sin embargo, asume
con entereza el rol del compromiso. Instalado primero en Valencia y más tarde
en Rocafort, con su familia, durante año y medio, Antonio Machado desarrolla
diferentes funciones: preside la
Casa de la
Cultura , firma manifiestos, da entrevistas que propagan su
apoyo a la democracia de las urnas, forma parte de la Presidencia de Honor
de la Conferencia
Nacional de la
Juventud , condena el golpismo y la criminal actitud del
fascismo internacional y colabora en iniciativas como la revista Hora de España. Sería en esta
publicación donde se levante acta de una reunión de escritores que condena el
individualismo en literatura y justifica sus acciones en pro de la cultura y la
libertad de pensamiento. El II Congreso Internacional de escritores para la Defensa de la Cultura comienza en
Valencia el domingo 4 de julio de 1937. Lo inaugura el Presidente del gobierno Juan Negrín y acude una nutrida representación internacional: André Malraux y
Julián Benda, de Francia; Ludwig Renn,
de Alemania; Ilya Ehrenburg y Miljail Kolsov de la Unión Soviética ;
W. H. Auden, de Inglaterra; Malcom Cowley, de Estados Unidos; Pablo Neruda de
Chile; Octavio Paz de México. Además Tristan Tzara, y los representantes españoles, Antonio
Machado y José Bergamín. Los debates denuncian el pasivo asentir de las
democracias europeas, el intervencionismo fascista, y hay un unánime apoyo a la
república, convertida en causa popular.
Del posicionamiento de Antonio Machado queda constancia en el cuaderno Madrid. Baluarte de nuestra guerra de
independencia, formado por dieciséis páginas con textos y fotografías que
son emotivo testimonio de la destrucciones causadas por los bombardeos aéreos,
y en el libro La Guerra (1936-1937). La posibilidad de la caída de Valencia
aconseja un nuevo traslado del gobierno a Barcelona; también se muda la
redacción de Hora de España y la
familia Machado, alojada primero en el Hotel Majestic y más tarde en un viejo
palacio requisado. Hasta enero de 1939 publica en La
Vanguardia artículos bajo el rótulo “Desde el mirador de
la guerra”, en los que muestra solidaridad política y humana con el régimen
republicano. De ahí el seguimiento exhaustivo de operaciones militares como la
batalla del Ebro y el posterior repliegue que ocasiona la conquista de Cataluña
y la retirada general hacia la frontera francesa, destino final de muchos
españoles. Por todas partes un ambiente de tristeza y un reguero de refugiados
deambulando hacia la frontera. Allí se encaminan desertores, población civil
expulsada de sus aldeas destruidas y hombres de letras como Corpus Barga, Carles
Riba, Joseph Pous o la familia Machado que forma parte de un grupo heterogéneo
que retrocede por caminos intransitables.
Son conocidos los pormenores de los últimos días hasta su instalación en Colliure. Allí muere el poeta, el 22 de febrero de 1939, en territorio francés, en los días postreros de la guerra, incapaz de resistir la soledad y el exilio, dejando en su chaqueta un verso inolvidable: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Es la elegía de quien vuelve los ojos y ve que ya no existe lo que fue. En la memoria la voz de la derrota. El pasado ya es noche.
Son conocidos los pormenores de los últimos días hasta su instalación en Colliure. Allí muere el poeta, el 22 de febrero de 1939, en territorio francés, en los días postreros de la guerra, incapaz de resistir la soledad y el exilio, dejando en su chaqueta un verso inolvidable: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Es la elegía de quien vuelve los ojos y ve que ya no existe lo que fue. En la memoria la voz de la derrota. El pasado ya es noche.
Todos, derecha e izquierda, fueron responsables de lo ocurrido. La izquierda nunca debió bailarle el agua al nacionalismo. Es un error terrible que sigue y no se corrige, como se ha visto en los hechos recientemente ocurridos en Cataluña. Todo lo sucedido en España a partir de 1936 fue exagerado, desproporcionado, desmesurado -como decía Ortega y Gasset-. Nunca se llegó a ese nivel de bajeza: chekas, sacas, paredones, bombardeos de ciudades (la gente llana convertida en objetivo militar) como en Cabra o Guernica, fusilamientos al amanecer... Todo el mundo quería luego olvidar aquel aquelarre de sangre (pero hay quien quiere revivir su recuerdo). La caja de los truenos era y es muy frágil, y hubo y hay inconscientes que juegan alegremente con ella.
ResponderEliminarSandra Suárez
Todo aquel que hace del interés personal y de su fanatismo ideológico un peligro para la convivencia es un elemento tóxico; la legalidad de la República era incuestionable, querida Sandra, y el golpe de estado el detonante de la guerra fratricida. Es historia y hoy rememoró el recuerdo de Machado, pero también la terrible situación que abrumó el país y la tremenda dictadura posterior. Un fuerte abrazo. Con Machado siempre.
EliminarLlevas razón, José Luis.
ResponderEliminarMe viene a la memoria esto que leí una vez, y adjunto. También, la división en la familia Machado, en la que el azar de estar en un lugar u otro al estallar la guerra se añadió al temperamento de cada hermano.
"Antonio Machado vivió el principio de la guerra en Madrid, pero en el mes de Noviembre, cuando aún no estaba en la condición de sitiado, lo abandona. No es necesario, creo, el detallar el motivo de dicho abandono, aún a pesar suyo, propiciado por el Quinto Regimiento, pues es sobradamente conocido... El poeta continuaba con sus salidas y estancias –largas, silenciosas y meditativas al parecer- en los viejos cafés de la capital, ya sin tertulias, lo que provocó una absurda detención por un grupo de incontrolados, algo muy usual en aquellos primeros días. De todo esto se desprende que el poeta podía estar más o menos dentro de su ya característico y un tanto anacrónico torpe aliño, lo que, dadas las circunstancias, pudo ser la causa de esa detención –parece ser que lo confundieron con un cura- ..."
Leído en
http://www.antoniomachadoensoria.com/revisionleyendas.htm
Sí, querida sandra, un conflicto extremo -y sucede en cualquier tiempo- siempre crea una división irremediable, es a veces fruto de las circunstancias, pero sus efectos secundarios perduran en el tiempo, nunca se cierran. es la verdad. Un fuerte abrazo.
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