Lectura de "la noche en blanco" Premio de Poesía Hermanos Argensola 2005 Fotografía de Diario de Ávila |
La noche en blanco
En la poesía realista es casi un hábito el uso de la primera persona, tan apropiado para el tono meditativo que
tiende a confundir el ser poemático y el sujeto biográfico. Son entidades distintas,
aunque emparentadas por evidentes conexiones: el primero se nutre del fondo de
experiencias, vivido o imaginario, de quien escribe.
En el poemario La noche
en blanco el yo lírico se enfrenta a un estado temporal de vigilia.
Fármacos y técnicas de relajación para conciliar el sueño han fracasado y anida
en las papilas ese sabor acre de la noche, cuando los relojes laten
con obstinada pereza. En ese lapso el pensamiento se aplica en la construcción de
otra presencia. Crea un ser con quien accede a estratos emocionales. Asistimos
al despliegue de los sentimientos hacia un ideal que hace suyo un aserto de
Julio Cortázar: “creo que soy porque te invento”.
La noche sirve de puente;
transitan por ella vivencias y situaciones hilvanadas en el acontecer. Ese
conocimiento se inicia junto al mar, siempre símbolo de plenitud y apertura. Los entornos naturales tienen algo de verdad
inmutable que existe desde siempre frente a las formas cambiantes; en ellos
percibimos un ritmo sosegado, vivificador, que se trasmite a nuestro espíritu.
Esa plenitud que amplía los contornos del sujeto también aparece en
ámbitos como los esteros de Doñana, la sierra
de Gredos o el bosque de La Tejera Negra que, sin nombrarse, está en el poema
“Hayedo”. La palabra no se atiene a las exigencias de la descripción; busca
intersecciones entre subjetividad y lugares evocados porque hay una
identificación entre el paisaje físico y la receptora del deseo; sobre esta idea
versa el poema “Hipérbole” Ella se convierte en centro y toma el paso calmo de
las horas. Es una presencia necesaria que impregna los tejidos del yo y con la
que conoce distintos planos del entorno. Alrededor están los objetos
domésticos, el ámbito cercano que nos pertenece. También otras circunstancias que,
en apariencia, no nos rozan pero que representan la cara más amarga de la
ciudad. Están en poemas como “Autopista” o “Chabolas”, donde la mirada social incide
en la desposesión y el vacío. Cada proyecto personal está condicionado por la
creciente jerarquía social que condiciona el libre albedrío. A la tesis de Jean
Paul Sastre “estamos condenados a ser libres” hay que añadir que tal condición
no habla de condiciones sombrías.
Una ironía próxima al sarcasmo
está presente en “Resaca”, una pieza influida por el verbo nihilista de
Fonollosa. El pacto de convivencia, casi de
modo inadvertido, va perdiendo su capacidad de asombro y poco a poco el espejo refleja
renovados rasgos de la soledad. Cuando la incomunicación se evidencia, el
diálogo con el otro enmudece. Se descubre que la creación es una simple estrategia
para superar ese estado de islas. Llega la amanecida; el pacto de
convivencia se ha roto. Con el amanecer vuelve el ahora y el tedio y la rutina
de lo laborable: el análisis superficial de la realidad. Hemos buceado en los
interiores de un espejismo y corresponde el repliegue en lo individual. El
final de la historia tiene el regusto de la melancolía por el sentido agónico
del poema epílogo que se inspira en este haiku de Bashoo: “Habiendo enfermado
en el camino,/ mis sueños/ merodean por páramos yermos”.
Como en anteriores poemarios, hay
una trama argumental y un motivo central reordenando el discurrir de los
poemas. En este caso, el argumento es el aprendizaje de la decepción. Más que
un desánimo amoroso individual, se habla de un estado vital; Joan Margarit ha
definido este estado con una precisión demoledora: ”Llega el tiempo de no
esperar a nadie”. La madurez conlleva un proceso de interiorización que da
conocimiento, pero también impide la floración de sueños. La decepción no es un
síntoma específico de la edad otoñal, hay en la juventud un momento que supone
la ruptura de quimeras infantiles y esta circunstancia se reitera en la
madurez, cuando la coraza personal se fortalece y hace añicos el vigor y la
belleza de algunos ideales; eran circunstancias aparentes con fecha de
caducidad. La decepción es un instante concreto del aprendizaje que exige
continuar.
Las citas introductorias
pertenecen a tres poetas por los que siento especial devoción: Raymond Carver
alienta una escritura que es siempre consciente de la fragilidad de cualquier
asidero; toda esperanza es ilusoria por lo que la búsqueda es una constante;
los versos de Joan Margarit proponen que estamos abocados a una situación
cotidiana carente de épica, en la que sin embargo es posible descubrir grietas
que permiten respirar otra atmósfera; la cita de Gonzalo Rojas es una propuesta
de acercamiento que sugiere la soledad superable. Otro préstamo de Gerardo
Diego recuerda lo intangible, aquello que desafía el sentido de la memoria. Es escaso
el sustrato cultural explícito; sólo una leve mención a La Odisea en el poema “Penélope” que rescata la conocida espera de
los pretendientes. Más que la conducta grandilocuente de los héroes homéricos
de La Iliada, me fascina la actitud
de esa mujer que es modelo de fidelidad y firmeza; la serena espera de Penélope
rebosa dignidad; obtiene la justa recompensa del regreso porque no aceptó nunca
la separación y alzó con los recuerdos el andamiaje de la esperanza.
Añado unas mínimas
consideraciones sobre el enfoque formal del poemario. Si en mi libro anterior, Largo recorrido, el verso normativo era
el endecasílabo, ahora es el heptasílabo la medida versal más frecuente. El
arte menor acelera la cadencia lectora y da levedad al poema, una circunstancia
que también potencia el despojamiento de adjetivos en los títulos, todos son
sustantivos escuetos. Recurro al poema breve, que busca la intensidad en un
mínimo desarrollo narrativo e incrementa el ritmo conversacional, fluido y comunicativo.
Nunca he gastado energías en convertir una composición en un acertijo o en un
enigma inútil.
Esta visión no anula otras
interpretaciones. Pertenezco a los que piensan que un poema no es una respuesta
sino una pregunta.
(Presentación del libro La noche en blanco)
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