Los falsos días Jesús Cárdenas Editorial Alhulia, Palabras Mayores Salobreña, Granada, 2019 |
HACIA LA NOCHE
El profesor sevillano Jesús Cárdenas (Sevilla, 1973) comienza su labor literaria en 2012, con el libro La
luz de entre los cipreses. Desde entonces recorre una senda
escritural de sorprendente fecundidad. Prodiga entregas anuales que han convertido
su quehacer lírico en una presencia frecuente en medios digitales y
publicaciones en papel. Además, Cárdenas no descuida la didáctica del poema; colabora
en cursos y talleres de instituciones culturales y practica la crítica y la
investigación sondeando a autores del canon, como Antonio Machado, Juan Ramón
Jiménez, Vicente Aleixandre o Ramón Gómez de la Serna.
El aserto Los falsos días delimita el discurrir temporal en núcleo de reflexión. El fluir especular de lo diario cobija una invitación al estar. Su amanecida auroral abre una estela en la que
se sustentan esperanza y memoria. La salida requiere una lenta progresión en la
que se van entrelazando sensaciones y vivencias que toman el pulso a la
realidad. Todo parece nuevo, expuesto al escaparate de los sentidos como una
enramada de brotes que conmueve el ánimo y deja en la conciencia los
colores intactos de la certidumbre; la voluntad del cántico.
Pero la cronología del presente aloja en su interior otra luz, un destello tenue que
contiene una encrucijada de incógnitas. El discurrir entonces se hace
distorsión y sombra tintada, muestra las incisiones y pliegues que contiene la
geografía nocturnal. En ellos aparece el misterio: “De pronto, la palabra /
logra cruzar la noche silenciosa, / cuando crujía lo oscuro, / rompiendo cada
labio de quietud / donde el amor no es luz ni es abandono “. Y con esa
inquietud de seguir, la voluntad se revitaliza; muestra la fuerza de quien busca moldear sueños y hacer que
las palabras construyan refugios para la esperanza. La palabra se alza como
espacio germinal, abre las manos del poeta para convertir el páramo y la ceniza
en campo de siembra y sementera.
De esa voluntad de búsqueda del yo germina lo inefable; quien sale al
día emprende el vuelo de Ícaro, mueve sus alas para borrar distancias hacia la luz, sin que ese
empeño sea otra cosa que un afán de vuelo. Sucede también en el
amor, que es más cicatriz que consumación y plenitud, pavesas volátiles que
ascuas que prodigan su calor en las manos: “La luz se desmayaba pálidamente /
cayendo todo el peso de la tarde / al abismo sin contención posible, / a la par
que la estela de forrajes / iba agravando a cada kilómetro mis pupilas”. Queda
así en la mirada de quien recorre el itinerario existencial una sensación de
espejismo y carencia, como si no tuviese certezas, como si lo vivido fuese un
mal sueño que requiere contención y quietud, que muestra esa levedad de una
nube cruzando el azul del cielo con una senda de azar e incertidumbre. Nace así
un yo despojado, que no tiene otro afán que buscar al otro, que hacer del amor razón y vida, culminación y
deseo cumplido: “Estoy seguro de que mi destino es amarte, / lejos del tedio de
cada día, / tener como único propósito amarte / cada vez mejor “.
Los falsos días da fuerza a
una voz subjetiva y reflexiva que fusiona intimidad y conciencia. Que busca en
las palabras esa destilación que enlaza realidades y sueños. Poesía que hace de los
sentimientos una inflexión, un enlace entre pretérito y ahora para superar la noche, para dejar en las rendijas del sueño la condición posible de habitar la aurora.
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