Confidencias |
CUADERNO DE VIAJE
Vuelvo al mar. Percibo de inmediato un fluir de imágenes antiguas, una conversación a solas. Pan del recuerdo.
Marejada fuerte. La espuma rompiendo crea estridencias en la línea de costa y arrastra la arena mar adentro. En altamar la niebla espesa parece ocultar barcos secretos y olvidados. El viento alza nubes de arena, pero no me alejo. Me gusta oír.
Deletreo su nombre y aparece un cráter vacío.
Ya en casa enciendo el ordenador. Opto por ignorar los mensajes que aluden a la campaña electoral. Y es inevitable el temple de ánimo para soportar la sandez. Es muy común. Me detengo un instante en un apunte biográfico que celebra su carácter asocial como si fuese un don. Una reseñista aplaude cada argumentación con entusiasmo de fan musical. Ambos coinciden en que ser un cardo es una geografía cálida y habitable y que ser amable con los demás es solo un accidente. La razón tiene argumentos que aconsejan la visita al psiquiatra.
Echo de menos el ordenador con conexión y las lecturas pendientes. El pensamiento necesita poder expresarse. Estar solo.
(En Oropesa del Mar)
A veces se hace completamente necesaria la soledad para estar con uno mismo.
ResponderEliminarDebo confesarte querida amiga que a mí la soledad me encanta, no solo me permite estar conmigo mismo, es que además está llena de sugerencias e ideas. Fuerte abrazo, ya en larutina sosegada del regreso.
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