Cuentos de Navidad Representación teatral |
LA MIRADA SOCIAL DE CHARLES DICKENS
Nunca imagino la navidad sin los libros al lado de Charles Dikens. Su celebrada producción narrativa resucita año tras año en las efemérides navideñas. Es un clásico. Conforma una luminaria firme y compacta, asentada
sobre la cronología de la era victoriana. Este tramo temporal debe su nombre a
la longeva monarquía de la reina Victoria, que llevó la corona entre 1837 y
1901, pero su significado sobre todo define el devenir del imperio y la
revolución industrial. En esas décadas del siglo XIX se suceden las
transformaciones políticas, económicas y sociales. El tradicional paisaje
agrario y ganadero en el que se empleaba la mayor parte de la población rural se
convierte en una sociedad industrial, con sectores en plena expansión como el
textil, la siderurgia, la minería y los transportes ferroviarios y a vapor. La
bonanza fue paulatina; al principio hubo epidemias de tifus y cólera por las
infectas condiciones de vida de los más humildes; también abundaron los
disturbios sociales por el derecho a
voto, la derogación de algunas leyes, los gravámenes e impuestos. Fue en la
década del 50 cuando se logra un periodo de estabilidad derivado de la
hegemonía industrial, de la llegada masiva de materias primas desde las
colonias y de una red de comunicaciones en crecimiento continuo. Son mejoras
con equivalencias en lo social, con la extensión de derechos a la mujer y a la
infancia y con el auge del movimiento sindical, aunque nunca desapareció el clima
de conflictos con el peligro de rebelión en las colonias y el independentismo
irlandés. ese es el contexto histórico y social que late en el quehacer creador de Dikens.
Nacido en el distrito de Landport, en la
ciudad de Portsmonth, Inglaterra, en 1812, Charles Dickens se crio en un
ambiente familiar de clase media. Su preparación intelectual se inicia a los
seis años en la escuela infantil de Rome Lane, tres años después asiste a otro
establecimiento escolar regentado por William Giles y cuando la familia se
traslada a Londres, prosigue una formación autodidacta, de frecuentes lecturas.
Su fondo literario arranca con la novela picaresca y de aventuras y con la
evocación de sus callejeos por los suburbios londinenses que alimentaron su
memoria fotográfica. Muy pronto, a los doce años, comienza a trabajar en una
fábrica de betún para sobrellevar las carencias familiares que ocasionaba la
propensión al despilfarro de su progenitor. Las deudas contraídas provocaron el
encarcelamiento del padre, John Dickens,
oficinista de la Pagaduría de la Armada. En esa época el reo podía
convivir en prisión con su familia y allí se traslada la madre, lo que concede
a los despiertos sentidos de Dickens un nuevo aporte que le familiariza con las
pésimas circunstancias ambientales del proletariado que luego traslada a
títulos como David Copperfield, una
entrega que incorpora abundante material autobiográfico. Años después, cuando
la prisión de Malshalsea fue demolida, el exitoso escritor adquirió en una
pieza completa la ventana y barrotes de la celda de su progenitor y todavía hoy
se contempla en el museo londinense del escritor.
Su periplo laboral es prolijo: trabaja como pasante en un despacho de
abogados, estudia taquigrafía para prepararse como taquígrafo judicial y
después como cronista parlamentario, prueba el periodismo en facetas que le
obligan a continuos desplazamientos por el país y le permite una observación
directa de entornos y lugares y poco a poco se consolida una vocación literaria
que comienza en 1837 con Los papeles
póstumos del Club Pickwick, que gozó de una acogida favorable por el
atinado retrato de sus personajes. La obra fue publicada por entregas entre
abril de 1836 y noviembre de 1837, con ilustraciones. Su hilarante argumento
combina el retrato del personaje principal con los extravagantes miembros de un
club de inexpertos cazadores., siendo el humor uno de su mejores ingredientes.
En algún caso se ha querido ver la ascendencia cervantina de este libro que
pocos años más tarde sería traducido al castellano por Benito Pérez Galdos.
Fue en su segunda novela, Oliver
Twist, donde se gana al gran
público con un argumento de fibra sensible, melodramático y protagonizado por
un niño que es víctima de una sociedad injusta, un recurso sentimental que
facilita una aceptación masiva. Más que una tragedia realista, la novela es un
melodrama, una precisa crónica de la infancia de la época imperial y una severa
crítica a instituciones oficiales como orfanatos y hospicios.
Tras La tienda de antigüedades y
Cuento de navidad se abre un ciclo
muy fecundo que inaugura Dombey e hijo.
La voluminosa obra, como tantas del autor, fue publicada en entregas mensuales
hasta editarse como libro en 1848. La obra ilumina la peripecia vital del
empresario Dombey, lo que permite una minuciosa reconstrucción de la bulliciosa
vida comercial y de la voracidad del progreso, acentuada por la existencia de
un sistema educativo nefasto y restringido. Cuando el próspero burgués estrena
paternidad tiene cuarenta y ocho años; el heredero de la gran casa comercial
vela el fracaso de su matrimonio y exalta sus ideales de ambición y de gloria.
Estamos en un momento álgido de aceptación popular y las siguientes
obras, Tiempos difíciles, La pequeña Dorrit, Historia de dos ciudades y Grandes
esperanzas compiten en la construcción de relevantes protagonistas, en el
alzado de amplios frisos sociales y en el dominio de recursos técnicos entre
los que no faltan los pasajes llenos de sentimentalismo y los momentos para el
humor o la ironía.
Si en Casa desolada Dickens se
convierte en un precursor de la novela de detectives que se anticipa a autores
canónicos como Conan Doyle, en dos entregas aparece el novelista histórico, en
la ya mencionada Historia de dos ciudades,
que elige como época narrativa la revolución Francesa, y en Barnaby Rudge, que recuerda en su diseño
la novela romántica de Walter Scott.
Pero la obra más definitoria del novelista, fallecido en Londres en
1870, es David Copperfield, escrita a
mitad de trayecto (entre 1848 y 1850 y, como tantas otras, publicada por
entregas. El mismo autor en un liminar mostró su preferencia por esta novela de
meditada estructura y abundantes elementos autobiográficos. La trama se narra
en primera persona por David Copperfield con el tono confesional de quien es
testigo de la experiencia que cuenta, un huérfano que relata su educación
sentimental hasta la madurez y el amplio inventario de tipos humanos que
condiciona su existencia que por fin encuentra un final feliz.
El tiempo navideño reivindica la importancia de un
novelista que ha estado de forma ininterrumpida en el centro de la literatura
inglesa, a pesar de su exaltación nostálgica del sentimentalismo y a pesar del
efectismo de sus argumentos. Nadie como él ha relatado el desencanto de los
menos favorecidos, la perturbadora visión de un paisaje moral que tras la
embriagadora utopía del progreso deshumaniza las condiciones de vida de amplias
capas de la sociedad. Nadie como él para
la caracterización plural y para afrontar los tipos cotidianos desde la
literatura.
José Luis Morante
A quienes dejaron entre mis manos los libros de Charles Dickens les debo una manera de entender la Navidad sentimental y solidaria, abierta a la mirada del corazón.
ResponderEliminar