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EREMITAS DIGITALES
Acostumbrados al paso lento de la escritura tradicional, el ordenador sorprende por su disposición e inmediatez
para acoger los escritos, sean estos asuntos
personales, creaciones literarias o impresiones lectoras. Los archivos se suceden con apremio y la pantalla encendida no conoce descanso; nada queda
del latido acompasado de la pluma o de los estados de ánimo de lapiceros y bolígrafos. Hay que aceptar un
axioma de partida: lo que se escribe es una miga de voz para la voraz bulimia del procesador.
El teclado exige una caligrafía de urgencia que no se extravíe en digresiones; marca un itinerario sin rotondas
con la promesa de una receptividad colectiva, tangible y medida con exactitud
por el contador de visitas del blog que además nos deja una cartografía diferenciada de
lectores habituales y esporádicos.
Como en cualquier manifestación escrita, la función última de los textos literarios es
caminar juntos sobre la geografía del lenguaje, superar el encierro por la pandemia, ese nuevo formato de
aquella vieja torre de marfil, de aquel exilio en lo individual, meditando la
quiebra de ilusiones vitales y el aplazado viaje a tantos paraísos perdidos.
La
pantalla encendida del ordenador nos deja más solos entre una multitud virtual; nos convierte ahora en náufragos digitales que sienten la escarcha insatisfecha del teclado.
(Diario Hablar a solas)
Bien traído, José Luis,
ResponderEliminarsanjerónimos de hoy en las buhardillas
de nuestros adosados,
el cuervo que nos trae el alimento,
es un rectangular de cuarzo.
Así es, querido Paco, y uno que estuvo en un monasterio en los estudios de Magisterio en Ávila se da cuenta de pronto de que todo es cíclico y retorna, y que ahora soy un fraile silencioso en la clausura de internet. Fuerte abrazo.
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