La mirada de la esfinge José María Álvarez Edición, selección y prólogo de Noelia Illán Conesa Editorial Olélibros Colección Vuelta de tuerca Valencia, 2019 |
DEL AMOR Y EL DESEO
Una travesía literaria tiene mucho de paisaje nórdico. Sus rincones conjugan
indagaciones, búsquedas, obsesiones y experiencias que proponen un modo de
conocer, una manera de trazar los signos de una estética. Cuando regreso a las
páginas de José María Álvarez (Cartagena, Murcia, 1942) aparece un colmado recorrido
en el tiempo que integra poesía, ficciones, autobiografía y ensayo. Pero es la senda
lírica el camino central desde que sus poemas más tempranos se integraran en la
antologíaNueve novísimos poetas españoles,
muestra que José María Castellet
coordinara en 1970, con la inestimable complicidad de Pedro Gimferrer. Aquella
propuesta finiquitaba el realismo y focalizaba en primer plano el ideario
culturalista, una caligrafía bifronte que solapaba arte y vida.
Ya lo he escrito más veces y lo
reitero. De todos los integrantes acogidos bajo aquel estandarte crítico ha
sido José María Álvarez quien se ha mantenido más fiel a las estrategias
expresivas novísimas. Así lo refrenda su libro central Museo de cera, obra en marcha editada por primera vez en 1974, que
sigue viva y en crecimiento, como consigna la octava edición en la editorial
sevillana Renacimiento en 2016. Esa salida central no es fruto único y han ido
manando entregas desde La Edad de oro (1980)
hasta Una desamparada hermosura, la amanecida más reciente. Con todas
ellas Noelia Illán Conesa, poeta, profesora, editora y especialista en el
legado creador de José María Álvarez, compila La mirada de la esfinge, una selección poemática que tiene como
tramas argumentales el amor y el deseo.
Ambos términos alientan una
notable fuerza polisémica porque fundamentan la constitución de lo subjetivo.
Cada identidad tiene su propia mirada de esfinge de estos procesos que
pulsionan el mundo interior y deben someterse al principio de realidad y a las
conexiones con el otro. El breve prólogo sondea las peculiaridades que alumbra
esta selección de poemas organizada en dos partes; por un lado “Las huellas del
deseo”, convulsión de brasas que trastoca la fisiología del sujeto; y en el tramo de cierre “Imposible
terciopelo”, una sección más reflexiva y simbólica, donde la experiencia se
interioriza. Y como pórtico de ambas el poema “El desterrado”, composición
elegíaca que enmarca los sentimientos en la temporalidad y en el poder
definitorio del tiempo.
El amor y el deseo remueven la
superficie corporal del sujeto. Suponen una germinación de sensaciones que
permite conocer la plenitud e intensidad, la búsqueda de los lugares sagrados
del lenguaje para nombrar lo innominado, cuando el cuerpo se convierte en lugar
accesible. Así se van construyendo, en poemas como “En un hotel de Ginebra”,
“Anatrón”, o “El esplendor perdido”, las convulsiones fuertes del seísmo
amoroso, el temblor sagrado que domina la razón, extravía los sentidos y exige
la entrega total, sea cual sea el marco geográfico o la etapa vital que consume
al protagonista verbal.
El tramo integrado en “Imposible terciopelo”
dialoga con la ceniza y la pérdida, como si la fisiología sentimental saliera
al amanecer tamizada por las nubes
grises del pensamiento. La belleza del recuerdo sustituye a la plenitud
corporal. Desde el pretérito retornan las secuencias de un tiempo de plenitud y
celebración corporal en hermosos poemas como “La belleza de helena”, “Zebech” o
“Recuerdo de la niñez”, donde retorna con sensorialidad intacta el vigor del
aprendizaje sentimental.
Fiel a su reflejo, como si el
fluir temporal intensificara el perfil de la identidad, José María Álvarez
contrasta textura intimista y conocimiento del legado cultural. Su poesía abre
puertas en el lenguaje a un dimensión cosmopolita y babélica, donde conviven
narratividad, ironía y enunciados explícitos del deseo. Así sedimenta un estilo
que enlaza sus entregas, compartiendo una herencia verbal. Asilado en los
versos de José María Álvarez habla fuerte un principio esencial: las palabras
no bastan, es preciso vivir. O como recuerda Noelia Illán Conesa, la autora de
esta excelente antología, como un eco de Shakespeare: “Húndase Roma en el
Tíber. Este es mi sitio”.
Magníficamente contextualizada la figura de José María en el panorama poético español. Mi gusta que subrayes el espléndido trazar con que elabora el poema, su dualidad de cultura y vida, su fuerza personal que los hace distinguibles desde lejos. Y me gusta que subrayes el acierto de Noelia, no es fácil encontrar antologías con criterio, que sean algo más que acumulación de poemas. Estupendo, amigo.
ResponderEliminarTu nota en el blog fue el camino para entrar en esta antología, Francisco Caro; es verdad que la aportación de José María Álvarez, como ratifica su obra en proceso "Museo de cera", es esencial para entender la aportación culturalista. Y Noelia Illán Conesa conoce muy bien su trayecto creador, por eso hilvana otro libro con el hilo cálido del deseo, con la mirada altiva de la esfinge que desborda los cuerpos.
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