Jardín imposible Marina Tapia Ilustraciones de Guillermo Rodríguez de Lema Prólogo de Ángel Olgoso Edita: Ayuntamiento de Baena, Delegación de Cultura Premio Luis Carrillo de Sotomayor Baena, Córdoba, 2020 |
FLORACIONES
Residente en Granada desde el 2000, Marina Tapia (Valparaíso, Chile,
1975) ha desarrollado un activismo cultural sostenido con una doble faceta,
plástica y literaria. Desde 2013 hasta el presente, ha llevado a imprenta
cuatro entregas poéticas, la última de las cuales, Jardín imposible, reconocida con el Premio Luis Carrillo de
Sotomayor, se edita con ilustraciones de Guillermo Rodríguez Lema y lírica
introducción del narrador Ángel Olgoso. Del atinado prólogo, extraigo esta
síntesis de la entrega: “Marina teje una melódica red verbal que atrapa al
lector, levanta estructuras de una delicadeza prodigiosa, recoge las palabras
en su intimidad de emociones e intuiciones para hacerlas fulgurar en un segundo
eterno”. Nos hallamos, por tanto, frente a un ideario que vela lo narrativo
para construir una realidad trascendida que unifica sustratos oníricos y el
influjo fuerte de la naturaleza. El entorno y los elementos que afloran a
nuestros sentidos no son meros indicios botánicos sino muestras vivas de una
existencia al paso, cuajada de símbolos.
Tras las solemnes citas iniciales –
Empédocles, Emily Dickinson, Juan Ramón Jiménez y Pablo Neruda- Marina Tapia
recurre a la personificación para hilvanar un vistoso soliloquio de la flor
ante la belleza en vuelo del colibrí, cuajado de un erotismo hedónico que habrá
de sonar con más fuerza en el poema “Aposento y tiniebla”. Pero el sustrato
temático es abierto y propaga bifurcaciones dispares. Así el segundo poema
elige la magia ilustrada e indescifrable del manuscrito Voynich, una obra
anónima de singular rareza, posiblemente concebida en el siglo XV,
contraponiendo en los versos el misterio insondable de aquella tiniebla
comunicativa con las sensatez insulsa de un ahora banalizado y estéril, que
anula la imaginación con su ramplonería verbal.
En este juego de planos argumentales está también el recuerdo de
Federico García Lorca, la intensa presencia de una naturaleza cuajada de formas
convertidas en un semillero de preguntas. El olor renacido, que persiste en el
aire, abre el cofre de nuevo de aquella sensibilidad modernista con la que
Rubén Darío revolucionó el austero paisaje poético de la generación del 98. Como
un soliloquio exhortativo se concibe el poema “La Guardiana”, donde se insta al
vegetal a mantener intacta su prístina existencia y el cumplimiento de los
ciclos estacionales, frente al aleatorio destino del hombre azotado por sus
continuas circunstancias.
La dicción cuidada y específica de Marina Tapia, que aporta una cadencia
expresiva muy personal, se mantiene en el poema en prosa; el molde formal se
integra sin desgarros en el avance lírico de Jardín imposible y está
presente en otros textos como “El árbol”, “Canto de la tierra a una semilla” o
“Palabras de una flor ornamental”.
Los nudos argumentales de Jardín
imposible muestran la singularidad de un territorio poético en el que nunca
se ocultan el esplendor expresivo y el callado rumor de la belleza. Esa esencia
de estar en un mundo fértil que late inadvertido, más allá de la apariencia,
para integrase en nuestras percepciones, para hablar al pensamiento poético y
ser fuente de inspiración y permanencia.
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