Las erratas de la existencia Jesús María Gómez y Flores Grupo Editorial Sial Pigmalión Colección Pigmalión Extremadura Madrid, 2021 |
HÁBITOS DEL
DOLOR
Jesús María Gómez y Flores (Cáceres, 1964) opta en su última
entrega por un título de fuerte vibración emocional, Las erratas dela existencia. Cede la palabra a un alter ego que sondea el agua removida de
un tiempo extraño, tanto en lo personal como en la conjugación compleja del
nosotros. Los que han asistido al proceso creador del magistrado, gestor
cultural e incansable coordinador de los ciclos literarios de Norbanova,
percibirán de inmediato que esta amanecida incide en la naturaleza del dolor y
en sus efectos sobre la semántica de las palabras para trazar los rasgos del
río existencial y su discurrir tumultuoso. Desde esta premisa crítica enfoca el
prólogo el poeta y crítico Hilario Jiménez Gómez, quien sintetiza con lúcido
acierto, el poemario como un espacio anímico en el que germinan las emociones y
los claros reflejos de la sensibilidad personal. Para el escritor “Las erratas de la existencia es
seguramente su libro más turbio, de fondos oscuros, que bucea en esas
sensibilidades humanas llenas de defectos e impurezas. Pero es ahí donde brotan
las emociones, en el dolor y en las ausencias”. El poeta vertebra su quehacer en cinco tramos escriturales precedidos por
citas de enunciados clarificadores. El paratexto recurre al legado clásico para
reactualizar aportes reflexivos de Sartre, Kafka, Camus, Houellebecq y María
Zambrano. En ese contexto de idearios se insertan los seis apartados
de Las erratas de la existencia, cuyos
epígrafes optan por formular ideas explícitas, como si definieran, con la fuerza
lacónica del aforismo, capítulos vivenciales. Así, el primer paso “Huida hacia
adelante” formula una situación de partida que asocia la náusea con el
estado natural del sujeto. El presente se ha convertido en un entorno
desapacible, un marasmo de insomnio en el que la cronología difumina su
discurrir. Lo rutinario arrastra hacia una deriva que estremece el ánimo, sin
que exista terapia capaz de detener ese intenso proceso erosivo. Nada queda de
aquellos sueños que idealizaban el futuro y transformaban el paso del tiempo en
posibilidad y esperanza; todo resultó “una vidriosa pantomima” que lastra el
fluir de la conciencia: “Pronto te costará reconocerte más allá de una mancha
gris, / La Náusea seguirá encaneciendo los sentidos, / dejando al descubierto
las erratas de la existencia”. Con un claro sentido
metaliterario se abre la segunda sección, “Empeñar las palabras”, que hilvana desarrollo a partir de una cita de Franz Kafka, extraída de El proceso. Una inadvertida contingencia
quebrante el fluir libre del estar diario y conecta con el túnel sombrío de la
burocracia. El poeta explora con sentido crítico las turbulencias de la
administración y su empeño en construir una realidad alternativa que fusiona un
magma de normas y laberintos repletos de bifurcaciones mentales donde se
extravía la libertad. Jesús María Gómez y Flores acierta al dar una presencia fuerte a la
historia social en el apartado “Escuecen los días”; así, concibe la memoria
como un discurrir que fagocita recuerdos y presencias. Renacen en los poemas
los últimos días de Antonio Machado buscando la última costa de Colliure. La
muerte se muestra omnipresente y a deshora para dictar sus propias leyes, como
una advertencia que encierra en el miedo y pone en cuarentena, aunque el yo
poético nunca renuncia al ejercicio de sembrar
preguntas y buscar sentido a su libertad. En los poemas de “Isla en el mapa”, abiertos con citas de Michel
Houellebecq y Rosario Troncoso, se despliega el mapa de la soledad. Como si el silencio digital de internet fuese
la única conversación posible, el tiempo se llena de retornos de la memoria y
de la inmersión de sensaciones difusas que encuentran en el lenguaje la
posibilidad de preservar su misterio: “Desenterrar los iconos deslucidos de la
memoria, / aquellos que no pocas veces cuesta creer que algún día / fueran más
que simple apariencia. / Coleccionamos recuerdos. Seremos recuerdos”. Si el libro utiliza el verso libre en todos sus poemas, en el apartado
“Lágrimas” resalta el uso del haiku como continua estrategia formal; el ambiente
crepuscular de intimismo y exploración del discurrir prosigue, es un ejercicio
introspectivo abierto a la carga conceptual de la quietud: “Sigues buscando /
la respuesta a tus dudas, / las piedras callan”; “Sueñas ser libre. / Se
dispersan las hojas / bailando al aire”. También la brevedad de la sección final deja en sus poemas la voz
paradójica de la pandemia, otra forma de realidad que ponen frente a las
palabras una cosecha de incertidumbre. La ominosa certeza de las estadísticas
llena las manos de ausencias y los meses ratifican la indefensión de ser y su
vulnerable estar a la intemperie.
Los poemas de Las erratas de la existencia expanden los pasos de un tiempo hecho a la sombra. La palabra se hace apelación y enunciado. Cuestiona la esperanza y su puente tendido al porvenir, como si el entorno exterior, en un nítido intento de unificación que asume sensaciones e incertidumbres, hubiese contagiado a la conciencia de una respiración desapacible. Solo queda en las manos la certeza de otro tiempo, el tanteo para hallar las coordenadas precisas del regreso que pongan fin a este largo deambular por la intemperie.
Los poemas de Las erratas de la existencia expanden los pasos de un tiempo hecho a la sombra. La palabra se hace apelación y enunciado. Cuestiona la esperanza y su puente tendido al porvenir, como si el entorno exterior, en un nítido intento de unificación que asume sensaciones e incertidumbres, hubiese contagiado a la conciencia de una respiración desapacible. Solo queda en las manos la certeza de otro tiempo, el tanteo para hallar las coordenadas precisas del regreso que pongan fin a este largo deambular por la intemperie.
JOSÉ LUIS MORANTE
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