Un tigre se aleja Rubén Martín Díaz Editorial Renacimiento Sevilla, 2021 |
HABITAR LAS COSAS
El paisaje poético de Rubén Martín Díaz (Albacete, 1980) muestra un reconocimiento crítico muy sólido. Su trayecto conforma una cartografía sin fisuras ni bruscos virajes que integra los libros Contemplación (2009), El Minuto interior (2010), El mirador de piedra (2012), Arquitectura o sueño (2015) y Fracturas (2016), balance al que se suma la compilación de cuentos Azul nocturno (2016).
El paso lírico de su última entrega un tigre se aleja está precedido por una cita del poeta Juan Gil-Albert de sensibilidad crepuscular. Con su depurada sintaxis, el tiempo suma pasos que afectan, aleatorios, a la condición mudable del hablante. Los matices del recorrido interior afloran con fuerza en el primer apartado “Hombre asomado en el espejo”, formado por cinco composiciones, donde la introspección cimenta un diálogo abierto. Se contraponen la evidencia de lo externo y el despliegue de incertidumbres personales: ”En esta levedad que arrastra el cuerpo / por la noche menguante, suspendida / del orden aleatorio en que se muestran / latentes las estrellas, no imagino / qué pueda depararme el sol abierto / como rosa de luz en la mañana”. Desde ese fondo indagatorio, las cosas establecen un dilatado perímetro de sensaciones en el que se evidencia la luz del canto, un abrazo de gratitud y aceptación. En esa conjunción de motivos sensoriales, como un sueño desplegado en la noche, el yo pernocta en la fría superficie del espejo, asomándose a su razón de ser; es un terco animal que sale a descubierta, sin saber qué extraño destino puede deparar la mañana selvática.
El intimismo aflora con fuerza en el segundo apartado “La imperfección del tacto”, cuya perspectiva capta la realidad cotidiana del discurrir. Tras el difuminado paréntesis del sueño llega la luz para derramar en los sentidos las dispares vivencias de lo inmediato: una espina que rasga la piel y despliega máculas de sangre, la osamenta de un edificio en construcción, que presta al espectador sus límites visibles, o la reflexión sobre el secreto enigma del poema que toma cuerpo en la forma epistolar dirigida al amigo y poeta Andrés García Cerdán. La escritura no tiene otro sentido que escuchar la pulsión profunda de la existencia, esa raíz que sostiene la fronda del tiempo.
También la sencillez emotiva de lo autobiográfico adquiere cauce en la sección “Un pedazo de vida irrepetible”. Las mínimas secuencia del devenir agitan el pensamiento para buscar rincones nuevos al significado o abrir un gozoso espacio de transcendencia. A ellas se suman el continuo fluir del pensamiento y los pasos hospitalarios de evocación y recuerdo: “Y a veces, cuando sueño muy profundo / y bajo al corazón de la memoria, / recuerdo todavía / las sombras que sin cuerpo deambulaban / por las altas ventanas de la imaginación”. Pero el avance de los poemas no es monográfico; se yuxtaponen ideas y sustratos, como percibimos en la composición “Eso que no se nombra”, que tiene como pórtico una poética de Roberto Juarroz sobre la esencia intangible del misterio poético. La inquietud del verso y su fondo de sombras también habita en “Tiempo de quimeras”, donde la escritura es empeño baldío por dibujar circunvoluciones de humo, una tentativa de búsqueda y conocimiento para habitar las cosas.
Siempre es cuestión relevante el carácter subjetivo de la lírica y su relación con el mapa de recuerdos del hablante biográfico. El apartado “Los tiempos sin nombre” se aplica en el rescate de un paréntesis generacional, ahora percibido como un puñado de instantáneas y sueños enmohecidos, “magma volátil” de alguna causa hermosa que nunca encontró vuelo, o persiste ahora en los compases adormecidos de tema musicales y lugares fugaces, que emergen entre la claridad de la memoria.
Cierra el poemario “Ese animal salvaje” cuyo enfoque expresivo retoma la identidad del sujeto como base argumental. Así en “Lo que eres” un yo desdoblado se interroga a sí mismo, más allá del estar transitorio de la vida al paso. Otros poemas del apartado abren la mano a enunciados narrativos dispares. Si “El juicio final” recrea la oscura lejanía de la última costa, didáctico y efectivo, para mostrar a los sentidos y al pensamiento la nada final, el poema conversacional “El tigre” desvela el misterio del título y traza afinidades entre la fuerza intuitiva de la juventud y el animal salvaje dispuesto a capturar todos los sueños.
Escrito entre 2015 y 2021, un tigre se aleja apuntala con fuerza la singularidad poética de Rubén Martín Díaz. En ella son indicios fuertes la imaginería brillante, la intensidad emocional y la perfecta construcción del verso. El poeta sabe que protagonizamos a diario una representación vital, un marco escénico empeñado en superar el desvalimiento de lo transitorio, la conciencia en vela que ve alejarse entre las sombras de un hábitat sin certezas la silueta fuerte de la juventud.
JOSÉ LUIS MORANTE
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