Ansiada del aire Fernando Pastor-Mata Editorial Celesta Colección Piel de sal Madrid, 2021 |
AMANECIDA
A veces la amanecida de una trayectoria poética se demora en el tiempo porque
la contundencia del campo laboral casi monopoliza el discurrir del tiempo y los
rasgos literarios tardan en asomarse al espejo cálido de la edición; así sucede
con la poesía de Fernando Pastor-Mata (Madrid, 1954), empresario y colaborador
de distintas ONGs y patrono de la Fundación Emprendedores de Alcalá de Henares,
quien inició sus primeros pasos en la poesía con Los indalianos, un espacio
cultural almeriense que estrecha vínculos con una tierra convertida en memoria y vínculo sentimental. Además, el discurrir literario ha ido dejando textos en revistas como Albatros, Sureste y Albox.
El madrileño muestra la primera imagen de su poesía en Ansiada del aire una entrega compuesta por dos apartados que dejan la sensación de ser dos entregas autónomas, “Retracción a tus labios” y “Ansiada del aire”, que emplea unos versos muy conocidos de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa como apertura semántica que libera la precaria condición existencial del yo con la naturaleza anfibia del sueño; es verdad, no somos nada pero caben en nuestra identidad todos los sueños del mundo.
El poeta resalta la capacidad simbólica del canto en el apartado inicial, que usa como pórtico una cita de Gregory Corso. La canción fusiona la voluntad celebratoria del sujeto ante el quehacer matérico para dar forma y expresión al deseo amoroso como centro gravitatorio: “Porque no hay nombre / no hay noche, no hay árboles /ni canciones ni estorninos. / pero siempre adjetivado en ti. / Centripetado en ti. Cuasi incrustado en ti.” Así la palabra y el verso multiplican la capacidad expresiva del tiempo y su discurrir aglutinando vivencias y estados de ánimo, el desencanto de quien se siente nadie, la soledad o la espera. Son sensaciones del desasosiego que definen el conjunto de poemas de esta primera parte en la que se percibe una amplia estela de motivos argumentales, como si la indagación poética hubiese ido naciendo a lo largo de muchos años de escritura y de muchos ciclos vitales, expuestos con una expresividad que aglutina el hermetismo vanguardista y la cadencia clásica, a pesar de la herida abierta que expone la crítica de la sinrazón o el grito estridente del inconformismo.
La poesía de la segunda parte “Ansiada del aire “alienta una indagación en los laberintos interiores de la conciencia empeñada en descifrar los propios enigmas, cuando son evidentes las manos del deterioro y los desgastados dedos de la esperanza. La existencia se hace presente transitorio y aparece de continuo como una larga noche cubierta por una bóveda ancestral que anula la luz de mediodía de la esperanza. En esta segunda parte se acentúa el peso de la tradición con el rescate de topónimos grecolatinos, impregnados del conflicto entre fugacidad y permanencia. Las ruinas preservan su menguada belleza en Itálica o Complutum, como si su estela no pudiese ser borrada por la incansable sucesión de crepúsculos que lleva hasta el presente.
El libro Ansiada del aire del poeta Fernando Pastor-Mata permite adentrase en los primeros surcos de una travesía personal que hace suyos temas de la tradición como la percepción sostenida del tiempo y su capacidad de renovarse en ciclos autónomos y complejos que acrecientan la sensación de soledad y desvalimiento. Desde ese territorio germinal la poesía del madrileño sondea espacios de sensaciones que dan senda libre a la experiencia vital y a sus claroscuros; los efectos erosivos de la decepción y el tiempo conviven con la pulsión emotiva y las razones del corazón que permiten cauterizar los desgarros y dotar al poema de una epidermis reflexiva; quien comparte las líneas de escritura vive en la incertidumbre de las estaciones, se siente a sí mismo un paisaje vacío moldeado por las manos del tiempo.
El madrileño muestra la primera imagen de su poesía en Ansiada del aire una entrega compuesta por dos apartados que dejan la sensación de ser dos entregas autónomas, “Retracción a tus labios” y “Ansiada del aire”, que emplea unos versos muy conocidos de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa como apertura semántica que libera la precaria condición existencial del yo con la naturaleza anfibia del sueño; es verdad, no somos nada pero caben en nuestra identidad todos los sueños del mundo.
El poeta resalta la capacidad simbólica del canto en el apartado inicial, que usa como pórtico una cita de Gregory Corso. La canción fusiona la voluntad celebratoria del sujeto ante el quehacer matérico para dar forma y expresión al deseo amoroso como centro gravitatorio: “Porque no hay nombre / no hay noche, no hay árboles /ni canciones ni estorninos. / pero siempre adjetivado en ti. / Centripetado en ti. Cuasi incrustado en ti.” Así la palabra y el verso multiplican la capacidad expresiva del tiempo y su discurrir aglutinando vivencias y estados de ánimo, el desencanto de quien se siente nadie, la soledad o la espera. Son sensaciones del desasosiego que definen el conjunto de poemas de esta primera parte en la que se percibe una amplia estela de motivos argumentales, como si la indagación poética hubiese ido naciendo a lo largo de muchos años de escritura y de muchos ciclos vitales, expuestos con una expresividad que aglutina el hermetismo vanguardista y la cadencia clásica, a pesar de la herida abierta que expone la crítica de la sinrazón o el grito estridente del inconformismo.
La poesía de la segunda parte “Ansiada del aire “alienta una indagación en los laberintos interiores de la conciencia empeñada en descifrar los propios enigmas, cuando son evidentes las manos del deterioro y los desgastados dedos de la esperanza. La existencia se hace presente transitorio y aparece de continuo como una larga noche cubierta por una bóveda ancestral que anula la luz de mediodía de la esperanza. En esta segunda parte se acentúa el peso de la tradición con el rescate de topónimos grecolatinos, impregnados del conflicto entre fugacidad y permanencia. Las ruinas preservan su menguada belleza en Itálica o Complutum, como si su estela no pudiese ser borrada por la incansable sucesión de crepúsculos que lleva hasta el presente.
El libro Ansiada del aire del poeta Fernando Pastor-Mata permite adentrase en los primeros surcos de una travesía personal que hace suyos temas de la tradición como la percepción sostenida del tiempo y su capacidad de renovarse en ciclos autónomos y complejos que acrecientan la sensación de soledad y desvalimiento. Desde ese territorio germinal la poesía del madrileño sondea espacios de sensaciones que dan senda libre a la experiencia vital y a sus claroscuros; los efectos erosivos de la decepción y el tiempo conviven con la pulsión emotiva y las razones del corazón que permiten cauterizar los desgarros y dotar al poema de una epidermis reflexiva; quien comparte las líneas de escritura vive en la incertidumbre de las estaciones, se siente a sí mismo un paisaje vacío moldeado por las manos del tiempo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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