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Con la mano tendida Fotografía de internet |
EL AIRE DE LOS LUNES
En el discurrir diario no pierde vigencia una cuestión controvertida: la
función social de la creación literaria. O lo que es lo mismo, las oscilaciones
que caben entre un arte ensimismado y autónomo, encerrado en su fulgor purista,
y un arte incardinado en un contexto, que engloba las condiciones históricas
que lo generan y el periplo biográfico del protagonista real.
Djokovic, ese excelente tenista de ego desmesurado y comportamiento
irracional, será deportado de Australia. Yo me alegro muchísimo; el libertinaje
individual nunca puede ser un peligro para la vida colectiva. El asunto tendrá
consecuencias: el ultranacionalismo serbio necesita héroes y los negacionistas
mártires. Y habrá quién apoye esos discursos incendiarios. El sueño de la razón
produce monstruos.
“Programa, programa, progama”, decía Julio Anguita, un maestro coherente
y un político de talla. Y una formación conservadora hace de la sandez verbal
de un ministro (el asunto no son las macrogranjas, que está clarísimo que deben
ser reguladas, vigiladas y sancionadas, si no cumplen las normas) que antepone
sus ocurrencias a la eficacia de su gestión y además se enroca para hacer daño
a la coalición de gobierno, un lema “Ganadería o Comunismo” y un estilete de
campaña. ¿Esa es su propuesta de gobierno? Increíble. Supongo que quien vota,
sabe a qué se atiene.
La escritura da cauce a las palabras de la conciencia y a sus
interrogantes. Los poemas hilvanan un pensamiento reflexivo que cuestiona el
sentido y coherencia de los actos del sujeto. El hombre a solas consigo mismo
debe descubrir su propia condición y desechar falsificaciones e imposturas.
Deslizando sobre las palabras una apacible complicidad, la música de
jazz constituye un fondo sonoro para el cotidiano devenir. Es un aroma lenitivo
que convierte el desvelo en un paréntesis de conocimiento e indagación. Es un
escenario para los afectos en cuyo ámbito se borra la nebulosa atmósfera del
abatimiento y los embates de la melancolía, para alzar la frágil arquitectura
de los sueños.
El mundo azul y la mirada limpia del niño, cuando los sueños parecen al
alcance de la mano, va acumulando claroscuros en la experiencia. El peso de lo
vivido nos deja un aire de tristeza, un semblante canoso y miope,
apropiado para escuchar la voz rota de un
saxo.
Apuntes del diario
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