Caminos de intemperie Ramón Andrés Editorial Galaxia Gutenberg Barcelona, 2022 |
UN GOTEO ESPACIADO
La polivalencia de Ramón Andrés (Pamplona, 1955) impulsa entregas que
exploran una amplia conjunción de registros, desde la poesía al ensayo y desde
la música al aforismo. Tan intenso trayecto ha merecido reconocimientos como el
Premio Nacional de la Crítica 2020 por su libro de poemas Los árboles que nos quedan
(Hiperión, 2020) y el Premio Nacional de Ensayo 2021 por Filosofía y consuelo de la música (El
Acantilado, 2020), un recorrido en el tiempo por el legado musical y sus
necesarios aspectos terapéuticos en la sensibilidad del ser.
También el laconismo es una parcela habitual en el taller del escritor
navarro. Sus textos breves se reunieron en 2016 en el volumen Poesía reunida y aforismos, en Lumen, con edición de Andreu Jaume.
Tras un primer tramo que recopila la cosecha integrada por Siempre génesis y Poemas
anteriores, muestra de lo escrito entre 1978 y 1998, se
completa la segunda parte con el quehacer conciso, formado por las entregas
inéditas Puntos de fuga y Malas raíces junto a Los extremos, ya publicado en
Lumen en 2011, cuidado abanico de incisiones reflexivas que transparenta una
cercanía natural con la sensibilidad poética y sus derivaciones metaliterarias.
La voz que habla en Caminos de intemperie tiene un fuerte
epitelio introspectivo: “En este aforismo yace un hombre”. El pensamiento
despereza sueños y percibe el reverso del día. Constata el incansable trasiego
de verdades mudables y el continuo diálogo con el tiempo, siempre acodado en una
subjetividad difusa, que hace complejo percibir lo sencillo. El stocks del
presente es limitado; propende a acumular en las estanterías aspiraciones
futuribles, como si fuera más fácil habitar el mañana que someter el ahora a un
cansado rastreo de reparaciones. Por tanto, es necesario abrir el aula de la
experiencia y acunar algunas esperanzas; dejar serenos mente y percepciones,
sabiendo que “la melancolía, los infiernos racheados, la inquietud, la repentina
acedia, son gajes del oficio". Percibir es recolectar conocimiento y
experiencia, asumir que el ánimo sosegado es una necesaria estrategia que hará
más llevadero el largo viaje hasta la ausencia porque también “El futuro no es
más que un presente idealizado”.
Aunque predominan las teselas
meditativas en las que se transparenta la imprescindible filosofía vital, los
aforismos integrados en Caminos de intemperie alientan una curiosidad de
mirada amplia, como corresponde al inevitable nomadismo existencial: hay breves
metaliterarios: “El libro es un hornillo barato que da de comer a uno solo”, “La
literatura deja más damnificados que la música, y la música menos que el
silencio”, “El lenguaje nos articula como a esos muñecos de madera que sirven de modelo para aprender a dibujar.
Nos perfila en todos sus movimientos, y hace que comprendamos que la existencia
solo es posible en las formas”; enunciados autobiográficos y evocativos que
alumbran lo doméstico, exploraciones lectoras que rescatan el legado de la
tradición y hay textos más largos, que pierden el carácter conciso del aforismo
para convertirse en circunvoluciones fragmentarias que necesitan una puesta en
escena y una argumentación completa. Tal circunstancia se percibe en los
debates autobiográficos que el escritor hace con la educación recibida, cuyos
contenidos asocia con ideas mesiánicas donde solo perviven la imposición y el
conflicto. También en el sentimiento de extrañeza y ajenidad que guarda el
discurrir del presente, en el que se reconocen signos de desplome de cualquier
utopía. El progreso tecnológico ha reemplazado creencias religiosas pero ha
perdido el ámbito humanista del conocimiento para abrazar un pragmatismo
materialista que siembra desigualdad y resentimiento. Como escribe con atinada
resignación el aforista, ahora los manantiales de la nueva civilización se
remontan a Bill Gates y Steve Jobs, quienes han diluido por completo las
sombras germinales de Platón y Aristóteles.
Cristalizan en los aforismos
de Ramón Andrés atisbos de armonía y concordia; en su diversidad buscan
distanciarse de la estridencia para nombrar “la plenitud de existir sin reparar
en ello”; el gozo de encontrar en la literatura una salida de emergencia cuando
“la tierra acoge y el mundo expulsa”.
JOSÉ LUIS MORANTE
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