viernes, 10 de junio de 2022

BENITO ROMERO. UNA GALAXIA IMPERFECTA

Una galaxia imperfecta
Benito Romero
Ediciones de la Isla de Siltolá
Colección Aforismos
Sevilla, 2022

 

PÁGINAS DEL PRESENTE
 

 
   Benito Romero (Santa Cruz de Tenerife, 1983) ha justificado su plena dedicación al aforismo y su impulso creador con una estela de títulos que aglutina Horizontes circulares (2018) –Premio AdA de la Asociación Cultural Apeadero de Aforistas-, Desajustes (2020) –Premio de Aforismos La Isla de Siltolá, en su segunda convocatoria-, y participaciones en proyectos colectivos como Diccionario Lacónico de Miguel Catalán y Espigas en la era, una antología coordinada por Elías Moro y Carmen Canet.
 Con esta voluntad lacónica como fondo expresivo, completa trilogía Una galaxia imperfecta, que hace de su título un destello irónico. En el perfil escritural se teje una red de recursos que enlaza de forma clara el quehacer lírico y la hondura reflexiva, como corresponde al licenciado en filosofía empeñado en hacer análisis de los laberintos del entorno.
  El mosaico de Una galaxia imperfecta integra en el umbral una cita de Juan Ramón Jiménez que parece una advertencia al futuro lector: “No son ley ni regla- estos aforismos- para nadie ni para mí mismo. Son, solamente, deducciones gustosas, sensuales, caprichosas”. Una prevención que libera a las breverías del tono didáctico del púlpito para convertirlas, sin más, en hechos del lenguaje, en inmersiones pensativas que comparten una sensibilidad  henchida de pudor verbal.
 El avance orgánico de la entrega aloja cinco tramos, “Trayecto”, “Territorio”, “Gavetas”, “Impresiones” y “Escombros”, lo que sugiere un plano de agrupación para el caminar aleatorio de los textos y su innata curiosidad temática. Pone orden en un magma plural con sugerente semántica. Así conviven el estruendo presencial del contexto y la senda hacia dentro, un encuentro capaz de compactarse hacia sí mismo para enlazar el devenir temporalista con la visión subjetiva de los actores implicados.
  En la sección de apertura predomina la cercanía existencial como sustrato básico que nunca se diluye: “Se acercaba al abismo para inspirarse”, “Aspiraba a que el final le cogiese lejos”, “No viajar lo convirtió en un excelente observador”, “Se mantenía ocupado para poder quejarse de la falta de tiempo”, “Su pasatiempo favorito de la infancia: jugar al escondite con Dios”, “Cuando finalmente la pobreza lo alcanzó, se acostumbró a leer sin gafas”. En el apartado queda lejos la egolatría de la primera persona; quien escribe, lo hace desde la ventana a media distancia del observador que no muestra la necesidad de acción sino solo el desvelo por percibir la vida al paso
  La voz directa de la literatura y su cúmulo de contingencias constituye la rama central de “Territorio”, sustantivo que denomina, a mi modo de ver, la geografía escritural. Quien escribe se ha ido integrando en el conformismo de aceptar que escritura y vida literaria no son rostros del mismo espejo. Benito Romero sabe que el boscaje de letraheridos es contradictorio, como cualquier otra dimensión de lo real. Y en ese percibir hay disonancias y derrotas pactadas que generan un complejo trasunto afectivo. Así lo corroboran algunos enunciados: “Mundillo literario: soporífera Guerra Fría”, “Escritores celosos de su heterónimo”, “Empieza a ser habitual que un escritor al hablar de su obra parezca un agente inmobiliario”. Todo el tramo aforístico de “Territorio” está lastrado por el pesimismo, como corresponde a un buen discípulo de Schopenhauer y Cioran, aunque el rumor de inquietud y desamparo es más sosegado y venial.
   El Diccionario Lacónico impulsado por el desaparecido filósofo Miguel Catalán convirtió en amanecida los aforismos de definición. Y de ellos se nutre “Gavetas”, un minidiccionario con preguntas existenciales. Benito Romero logra en estas definiciones maravillosos saltos con pértiga, un diálogo pleno de verdad y belleza: “SARCASMO. Bastoncillo para introducir en los oídos ajenos.”, “RECUERDO. Restos carbonizados del fondo de la cazuela. Al ser ricos en toxinas producen pesadez estomacal.”, “SUICIDA. Persona que rebusca de manera enfermiza en la poesía y en la filosofía esperando encontrar las proteínas necesarias con las que subsistir”. Excelente cosecha que hace pensar en la cálida afinidad continuista entre el personaje verbal y la sabia propuesta de agrupamiento semántico de los herederos de María Moliner.
  La entrega añade en “Impresiones” una dimensión crítica que afecta a los sentimientos y al plano desplegado de algunos caracteres de nuestro tiempo, un momento histórico definido por un liberalismo monocorde que hace del progreso y la tecnología sus becerros áureos. Aunque ninguna sección muestra un único registro monocorde, la visión global tiene el aire de una memoria frente al escenario sombrío de lo cotidiano: “La chabacanería es promiscua”, “Los extremos: amantes idílicos”. “La función de la realidad es contradecirnos”, “El suelo se encuentra plagado de certezas sin depurar”.
  La cosecha final “Escombros” habla con propiedad de la incansable victoria del tiempo: “Decadencias a precio de saldo”, “Cementerios solo para egocéntricos”, “Transitar con satisfacción por el camino equivocado”, “Desajustes en los horizontes circulares de una galaxia imperfecta”. Textos de cierre que dejan una mirada crítica que nunca percibe la plenitud del mediodía.
  Cada libro de aforismos es una autobiografía condensada de la experiencia vital y un manual de uso para actitudes. El material reflexivo de Una galaxia imperfecta cumple estas condiciones, pero añade también la excelente mirada lacónica de Benito Romero, esa vigorosa mezcla de precisión e inteligencia que muestra en cada texto un decir luminoso, un desbroce de maleza para mostrarnos  la dormida quietud del jardín en otoño.   
 
JOSÉ LUIS MORANTE       
  
 



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