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LA CASA
Me gustan las casas sin cerrojo, donde nunca sucede nada inquietante.
Solo el rostro narcisista de algún desconocido en mis espejos, las lámparas del
techo que se encienden o apagan cuando no son necesarias, y esa quietud
doméstica del rincón, el lugar predilecto donde me siento a observar lo que
pasa en una casa vieja, que está llena de voces sedentarias cuando no hablo con
nadie. Los ausentes ejecutan los mismos gestos; no necesitan más que este remedo del derrumbe para vivir aquí.
(De Cuentos diminutos)
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