Conversación (Cementerio de la Almudena, Madrid) |
DÍA DE DIFUNTOS
Con pulso firme el hombre
decide abrir la puerta de su tiempo.
Desde el umbral contempla,
con dolor y nostalgia, la niñez:
paredes transparentes
que un lamentable olvido acumulado
dejó casi vacías.
Hoy sostienen acaso un traje rojo,
sombra y polen de los huertos cercanos,
una esfera, tebeos...
Mira su adolescencia: dogmas rotos,
esperanzas estériles,
ventanas obturadas de verde y denso musgo.
Vislumbra las entrañas
de otras habitaciones que ilumina
una vela gastada en días grises.
Se da cuenta -lo atestigua su rostro
enarbolando una sonrisa triste-
que su tiempo le cabe
en el cuenco cerrado de la mano.
Y aceptando su sino,
declinó en los los postigos la falleba,
basculó en el dintel la puerta carcomida,
encadenó la verja despintada
y penetró con gozo en el jardín umbrío
a conversar sin tregua
entre la espesa fronda con la muerte.
(Del libro Rotonda con estatuas, 1990)
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