Marta Agudo (Madrid, 1971-2023) |
28010
Marta Agudo
Calambur,
Marta Agudo
Calambur,
Madrid, 2011
El efecto visual de esta llamativa cubierta de Jesús Torné es sugerente e inmediato. También el título 28010 del segundo poemario de Marta Agudo (Madrid, 1971-2023), Licenciada y doctora en Filología Hispánica, tiene una fuerte carga simbólica. Acota un código postal madrileño, un cúmulo
de calles en los alrededores de la plaza de Olavide que configura el espacio
existencial donde se ubica el domicilio particular. La casa propia es centro,
luz y abrigo. El ámbito de reposo y concordia que refuerza lo individual. Tras
esas coordenadas habitables discurre el acontecer de la vida
común; se gesta el núcleo relacional del devenir.
El entramado discursivo de 28010 diseña una estructura cerrada y homogénea; esta entrega, tras la salida auroral de Fragmento (Celya, 2004) está formada por cuatro secciones, cada una de las cuales agrupa once textos breves que condensan imágenes y sensaciones.
Desde el arranque de “Fonética”, primer tramo de 28010, Marta Agudo opta por la capacidad expresiva y cognitiva del poema en prosa, a partir de un discurso personalizado: “Me llamo Marta. Me llaman Marta…”. La autonominación sugiere un fuerte componente biográfico, los hitos del viaje vivencial de un yo desdoblado, un registro subjetivo de experiencias directas a base de secuencias enumerativas. Pero la palabra sortea lo contingente, la anécdota se diluye y sólo escuchamos la fluida cadencia de un monólogo en torno a la identidad que busca expresión singularizada: “Habré de callarme para recomenzar, frotarme las manos para que desaparezcan las huellas dactilares y, en la explanada abierta de la palma, poder sembrar las vocales de un lenguaje propio”.
En el segundo apartado, “Sintaxis” se cobijan la reflexión sobre el vínculo social, la herencia recibida que condiciona el tránsito diario, ese estado de tensión continua que aglutina entidades para formar una realidad que no es más que un conjunto de individualidades entretejidas. De esa combinatoria de elementos sociales emanan percepciones afectivas diferenciadas, ritmos vitales dispares que crean soledad y desconcierto.
“Geografía” nomina el espacio urbano; las coordenadas de un mapa personal donde el sujeto percibe presencias y ausencias en el callejero cotidiano. El trazado urbano funciona como un laberinto en el que el yo supera su endogamia y aprende a orientarse en otras coordenadas.
En el cierre, “Secuencias” es el devenir temporal un continuo rumor de fondo en el que se desdibuja el presente y el legado de la memoria: “Soy una mujer y avanzo por una calle de niebla, y si resisto es sólo por constancia, por la certidumbre de lo dislocado…”. Todo es tránsito, las certezas individuales, los otros, el contorno mudable de los encuentros que multiplica similitudes y diferencias, los sonidos del discurso que nombra.
Complejo en su sentido, el quehacer poético de Marta Agudo opta por el formato reducido. La densa brevedad de los fragmentos que integran 28010 muestra la potencia evocativa del lenguaje, el íntimo deambular de una conciencia interrogante y su constante incertidumbre.
El entramado discursivo de 28010 diseña una estructura cerrada y homogénea; esta entrega, tras la salida auroral de Fragmento (Celya, 2004) está formada por cuatro secciones, cada una de las cuales agrupa once textos breves que condensan imágenes y sensaciones.
Desde el arranque de “Fonética”, primer tramo de 28010, Marta Agudo opta por la capacidad expresiva y cognitiva del poema en prosa, a partir de un discurso personalizado: “Me llamo Marta. Me llaman Marta…”. La autonominación sugiere un fuerte componente biográfico, los hitos del viaje vivencial de un yo desdoblado, un registro subjetivo de experiencias directas a base de secuencias enumerativas. Pero la palabra sortea lo contingente, la anécdota se diluye y sólo escuchamos la fluida cadencia de un monólogo en torno a la identidad que busca expresión singularizada: “Habré de callarme para recomenzar, frotarme las manos para que desaparezcan las huellas dactilares y, en la explanada abierta de la palma, poder sembrar las vocales de un lenguaje propio”.
En el segundo apartado, “Sintaxis” se cobijan la reflexión sobre el vínculo social, la herencia recibida que condiciona el tránsito diario, ese estado de tensión continua que aglutina entidades para formar una realidad que no es más que un conjunto de individualidades entretejidas. De esa combinatoria de elementos sociales emanan percepciones afectivas diferenciadas, ritmos vitales dispares que crean soledad y desconcierto.
“Geografía” nomina el espacio urbano; las coordenadas de un mapa personal donde el sujeto percibe presencias y ausencias en el callejero cotidiano. El trazado urbano funciona como un laberinto en el que el yo supera su endogamia y aprende a orientarse en otras coordenadas.
En el cierre, “Secuencias” es el devenir temporal un continuo rumor de fondo en el que se desdibuja el presente y el legado de la memoria: “Soy una mujer y avanzo por una calle de niebla, y si resisto es sólo por constancia, por la certidumbre de lo dislocado…”. Todo es tránsito, las certezas individuales, los otros, el contorno mudable de los encuentros que multiplica similitudes y diferencias, los sonidos del discurso que nombra.
Complejo en su sentido, el quehacer poético de Marta Agudo opta por el formato reducido. La densa brevedad de los fragmentos que integran 28010 muestra la potencia evocativa del lenguaje, el íntimo deambular de una conciencia interrogante y su constante incertidumbre.
JOSÉ LUIS MORANTE
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